viernes, 4 de mayo de 2012

Lluvia


Sentado en el bar con un libro entre las manos
me quedo mirando a dos chicas con faldas que atraviesan corriendo la calle bajo un paraguas.
Van riendo
felices de pisar los charcos y mojarse las piernas.

Llueve ¿pero a quien coño le importa?.

Torno la cabeza al libro
y leo a Gil de Biedma
para enjuagarme la cabeza con palabras tristes.

viernes, 27 de abril de 2012

Mi vida

Ando buscando una salida.
Y esta vez
no me refiero a una mujer.

jueves, 26 de abril de 2012

Vivir y escribir


Puede que no sucediese así
pero da igual la forma.
Imagina que la conocí en un Bar de copas.
Yo estaba solo, en la barra, pegándole a la ginebra y ausente entre la gente que me rodeaba.
Fue ella quien se acercó a mi.
Me dijo que se llamaba Marta, pero que sus amigos la conocían como "brujita".
- Bonitas tetas brujita - le piropeé.
Brujita rió y me cogió de la mano.
Tienes unas manos muy masculinas - me dijo - quiero leerte las lineas ¿puedo?.
- Claro que puedes... lee lo que quieras, amor.
- Veo una linea de la vida muy larga y muy gorda.
- Si... la tengo muy larga y muy gorda... ¿no ves nada más?.
- Veo que vas a estar follando en treinta minutos.
- ¿Y será en tu casa o en la mía?.
- Será en mi casa.

Imagina que sucedió así,
aunque en el fondo no importa realmente como sucedió,
lo importante es saber que cogidos de la mano salimos de aquel Bar bajo el amparo de la noche y la luz tibia de las farolas.
No eramos dos enamorados. Eramos dos personas solitarias más de este jodido planeta que se habían encontrado en mitad de una noche cualquiera, en un lugar cualquiera, a una hora cualquiera, y que deseaban quemar sus naves con la complicidad de un cuerpo desconocido.

Una semana después hemos vuelto a quedar en una cafetería del centro, y es aquí donde me veo. Tomando té y escuchando todos los detalles de su vida perfecta. Una vida que gira sobre un eje magistral en el que no hay ni un solo problema. Me habla de lo bien que acabó el divorcio con su ex marido, de la vida bohemia y apasionante que llevaba con un ligue que tuvo antes de conocerme , las buenísimas calificaciones de su hijo pequeño en el colegio, del percing que se ha puesto su hija mayor en las tetas...
¿Que buscas en mí brujita?... ¿ya no eres una chica solitaria?.

Conozco sus piernas y su culo. La he tenido gimiendo como una loca
lamiéndome
sudando
comiéndonos los sexos.
Con lo que es esta hija de puta en la cama y ahora se las da de mujer seria y formal.
Me equivoqué.
Ella tiene una vida.
Soy yo el único de los dos que está solo
en este jodido planeta.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Desde la ventana se ve el mundo


Se levantó de la mesa y se dirigió al cuarto de estar donde se puso a mirar por la ventana. Vió una camioneta blanca que recorría la oscura y desierta calle a muy poca velocidad. La camioneta se detuvo en un espacio vacio frente a la ventana de su casa. Se llevó los dedos al labio al ver a un hombre y una mujer en el asiento delantero y dos niños en el asiento trasero. Bajaron todos del vehículo y comenzaron a hurgar en los contenedores y cubos de basura. "Mira Papá, hay fruta" - oyó decir a uno de los niños, antes de echar las cortinas y dejar a aquella familia desaparecida como por ensalmo bajo la oscuridad de la noche.
Entonces volvió de nuevo a la mesa de la cocina. Se sirvió un Whisky, dió un trago y se lo llevó al baño. Se cepilló los dientes con tranquilidad. Escuchó a Carmela gritarle desde la habitación - ¿Que hora es?... ¡Dios Santo me he dormido! - Duerme cariño, estoy buscando una cosa - contestó.
Se le cayeron varias cajas del armario de las medicinas.
- ¿Donde estan las aspirinas?- preguntó.
Volvieron a caer más cosas del armario de las medicinas al suelo.
Pero ya no importaba, todo, dentro y fuera de su hogar,
de una forma u otra se estaba viniendo abajo.

A veces funciona, a veces no


Tengo el bolsillo de mi albornoz lleno de notas.
Me juego el huevo izquierdo a que todas esas notas
las he escrito borracho. Por eso las guardo.
A veces saco alguna y la leo
y casi nunca recuerdo cuando fue escrita.

Hoy encontré una que decía:
"Eres una buena persona".

Desgraciadamente no recuerdo porqué motivo
escribí aquello.

Ya te digo, son simplemente notas.
Las guardo en el bolsillo del albornoz, como si fuera un desván
donde se guardan cosas de una persona
a la que un día encerraron
y se olvidaron de ella.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

El hombre solitario

El silencio de la noche
es roto por la música de Ray Charles.
Hay colillas en el cenicero.
Es Noviembre.
Brilla la madrugada en los cristales
y
por echar de menos
nada ...

... si acaso
dos besos y
un te quiero.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Cuento absurdo de mañana perdida en la oficina del INEM

El novato vestía gabardina gris y sombrero. Entró con paso firme y gritó:
"¡Eeeeeesssto eeees un atraaaaaco!"
y la gente comenzó a reír mientras la cajera contaba un fajo de billetes
con una sonrisa boba en la cara
y un hombre mayor con bigote y bastón se acercó al novato
y le dijo que era una broma muy buena
que media España piensa también en un atraco
y el novato titubeó
y se echó a reír
y acompañó al hombre mayor con bigote y bastón hasta el final de la cola
y después disimuló recibir una llamada en el móvil
y salió del Banco sin apartar el dedo del gatillo
de la pistola que guardaba en uno de los bolsillos
de su gabardina gris.

Razonamiento estúpido en una mañana perdida en la oficina del INEM

A la gente le falta cultura.
Y esa falta de cultura se solucionaría leyendo más a Tirso de Molina,
a Becquer,
a Maupassant,
a Machado.
Yo no lo hago, pero debería de hacerlo.
Ultimamente solo leo los componentes de los botes de champú
cuando me siento a cagar en el water.
Y puedo asegurarte
que lo más sano es volver a lavarse
con jabón de lagarto.

viernes, 4 de noviembre de 2011

A una gota de lluvia

Entre millones
la elegí.
Pero como siempre ocurre
cuando quise hacerla mía
ya no estaba.

De mis recuerdos vengo

Uno pertenece al lugar de donde nacen sus recuerdos.
Y mis recuerdos nacen
en adoquines de granito
macacos rebosantes de aceitunas
la calle de la iglesia
Enrique con su mula
y correr bajo la lluvia y el barro de Mirandilla.
De mis recuerdos vengo.
De un pueblo blanco escondido en una esquina
de la sierra norte de Sevilla.

Mis ojos no ven la vida igual
que los ojos de los peces de ciudad.

Yo no pertenezco a los atascos matinales
a la hipocresía del "Buenos días" en el ascensor
y a los bloques de pisos con ropa tendida.
Mis recuerdos son
el rumor de las babuchas de mi madre
dirigiéndose a la cocina.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Seamos sinceros, amor

"Yo no te pido que me digas que me quieres.
Solo te pido que me adviertas
cuando vas a dejarme
tirado en la cuneta."

Dijo el hombre, a voces,
mirando al interior del coche.





Poema a medias con Aureliano Buendia.


martes, 25 de octubre de 2011

Palabras robadas

"Te voy a entregar. Hay posibilidades de que salgas con vida. Lo cual significa que estarás fuera dentro de veinte años. Eres un ángel. Te esperaré - carraspeó-. Y si te cuelgan, te recordaré siempre".

(Sam Spade, ya sabéis, quizás el último gran romántico)








viernes, 21 de octubre de 2011

Con barbas y a lo loco

El jefe de zona me mandó llamar. Vino a buscarme "Joaquinito", un tipo bajito y regordete con cara de pan de pueblo que trabajaba como mozo en la empresa desde tiempos inmemoriales.
- El jefe está que arde contigo Pelayo... lo siento, pero creo que ya sabes... - me advirtió "Joaquinito" con un tono de voz tan agudo como si le estuvieran dando un pellizco en los huevos.
El jefe se llamaba Arturo Caravaca. Pero los empleados le llamábamos señor Arturo por petición propia. Era un tipo alto, de unos cuarenta y cinco años, nariz aguileña y cara delgada con rasgos muy pronunciados. El pelo le caía lacio sobre la cara y le ocultaba dos grandes orejas abiertas. No era de los que decían: "Hola, ¿que tal?", sino que se limitaba a saludar con la cabeza y con la mirada perdida en algún punto de la habitación. No era un hombre con el que se pudiera hablar de algo que no fuera la empresa. Era demasiado frío. Guardaba mucho las distancias y hacía que te sintieras un empleado. Yo ya sabía que era un empleado pero no me gusta que me refrieguen aires de superioridad sobre la cara.
Por lo demás, el despacho del señor Arturo no era nada especial. Las paredes pintadas en un tono ocre daban seriedad al sitio. Había fotografías suyas colgadas en la pared con altos directivos, una bandera de España y en la mesa una foto de dos niños pequeños y otra de Escrivá de Balaguer. Solté media carcajada al ver esta última.
- ¿Me ha mandado llamar, señor? - pregunté a la vez que me sentaba en una silla que había frente a su mesa.
- No le he dicho que se siente - entonces me levanté.
- Siéntese señor Carrasco - me sugirió treinta segundo después.
- Prefiero estar de pie - contesté.
-¿Sabe?... usted está cosechando los peores registros de reparto de los últimos diez años... nunca su zona, en los diez años que llevo como jefe de personal había tenido tan malos registros.
- Eso se lo dirá a todos.
- ¿Como dice?
- Le digo que estoy seguro de que esto se lo dirá a todos. He repartido mi zona desde la A a la Z. No he perdido ni un solo reparto, así que no entiendo sus quejas.
- Mire señor Carrasco, los repartidores son los trabajadores más importantes de esta empresa - y recalcó estas palabras dando golpes con su pluma estilográfica sobre la mesa. - Esta empresa - continuó - se mantiene viva gracias a sus repartidores ¿entiende?. Los repartidores son el lazo de unión entre nuestro producto y el cliente. Los repartidores son la imagen que nuestros clientes tienen de la empresa. ¿Lo está entendiendo?. Lo primero que le voy a pedir es que se afeite esa barba que tapa su cara, porque como le he dicho, usted es la imagen de esta empresa.
- ¿Que problema hay con la barba? - le reproché - Mariano Rajoy tiene barba. Rubalcaba tiene barba. Charles Darwin tuvo barba al igual que Sigmund Freud.
- Quítese la barba, ¿entendido?.
- ¿Y lo segundo que va a pedirme?
- Lo segundo que voy a pedirle es que duplique su productividad.
- ¿Cuanto cobra usted? - pregunté al señor Arturo mientras me hacía trencitas con los pelos de la barba.
- ¿Como dice?
- ¿Que cuanto cobra usted?...¿cual es su sueldo?
- Eso no le interesa.
- Pues yo cobro 650 miseros euros al mes por diez horas de trabajo. ¿cree usted que es un sueldo digno para uno de los trabajadores más importantes de esta empresa?
- ¡Ahí fuera hay cinco millones de personas dispuestas a trabajar en su puesto, incluso por menos dinero del que usted cobra!
- Y de eso es de lo que gente como usted se vale... aunque sabe que ninguno de los que está ahí fuera es tan bueno como yo.
- ¡Carrasco!, quiero que se afeite y que duplique su rendimiento o se irá a la calle.
- Está bien, pero yo quiero que me duplique el sueldo o le reviento su coche.
- ¿Me está amenazando?
- Como lo oye. Usted me está amenazando a mi y yo le estoy amenazando a usted. O me duplica el sueldo o le reviento ese bonito Audi rojo que hay aparcado en la puerta entre las motocicletas de los repartidores . No lo haré yo... tengo amigos en el barrio. Todos los maleantes de este barrio son mis amigos. ¿No lo sabia?, pues ya lo sabe. Los maleantes del barrio me llaman "Hermano". Me invitan a beber vino en el parque que hay detrás de la calle trasera, incluso me piden que me folle a sus mujeres. Todos los maleantes me quieren. Y desde luego todos estarán dispuestos a destrozar el coche de un fascista como usted.
- En mi vida he visto a un tipo más idiota. Está despedido señor Carrasco, salga de aquí ahora mismo.
- Ya lo sabía. Estoy despedido desde el instante en el que crucé la puerta de su despacho.

Al salir me encontré con "Joaquinito".
- ¿Que tal te ha ido Pelayo?
- Como me tenía que ir, Joaquin.
- Entonces te echaré de menos, hermano.
- Yo a tí también. Cuídate pequeño.
Antes de llegar a la puerta de salida ví a Gloria. Gloria era una chica colombiana que se encargaba de la limpieza de la empresa. Me guiñó el ojo cuando le besé la mejilla y me despedí de ella.
- Sabes donde encontrarme, papito.
- Te buscaré, mamita.

En la calle el cielo estaba limpio y brillante, con golondrinas alocadas dando pinceladas en el aire. ¡Volad, locas, volad vosotras que podeis! - pensé.
Caminé hasta cruzar la calle y me coloqué a unos cinco metros de un Audi rojo que estaba aparcado con mimo entre dos motocicletas de reparto.
La calle es la jungla. Y en la jungla, para sobrevivir, hay que hacer lo que sea. Por lo tanto, siempre hay gente en la calle dispuesta a hacer lo que sea por un poco de dinero.
Solo tuve que esperar cinco minutos hasta que ví a un tipo que cruzaba la calle tirando de un carro lleno de chatarra.
- ¡Eh amigo!, ¿quieres ganarte unas perras? - le grité.

jueves, 13 de octubre de 2011

Los restos

Me pidió que no volviera a escribirle
ni un solo poema más.
Me pidió que hiciera el favor de meterme
todos los poemas que le escribí
por el culo.
Juré no volver a escribirle
ni un solo poema más.
¿Pero que hacer
si pienso en ella como en ninguna?.
Juré no volver a escribirle
ni un solo poema más

aunque estuve muy cerca ayer.



miércoles, 1 de junio de 2011

Ahora o nunca. Kilómetros de asfalto

Anduvo un rato al azar sin rumbo, por calles desiertas y aceras húmedas aún por la lluvia caída de la tarde. Poco después entró en una tienda 24 horas y cogió una de esas tabletas de chocolate que son mitad chocolate negro y mitad chocolate blanco. Ojeó sin disimulo una revista Penthouse, se sorprendió al ver el precio de las cuchillas de afeitar y orinó en el baño después de pasar por caja.
Al salir de la tienda la noche era plácida y una luna de metal se batía en el cielo.

Decidió entonces encender un cigarrillo. El reloj marcaba las dos y media y una ansiedad descomunal le recorría el pecho cada vez que pensaba en volver a casa. Imaginaba los cacharros sucios y amontonados en el fregadero. La cama sin hacer desde hacia días con las sabanas arrugadas y necesitadas de un buen mareo en la lavadora. Imaginaba la ventana del salón con las vistas de siempre, los cuadros del pasillo, los muebles antiguos propiedad del casero y el silencio constante y asesino del pequeño apartamento. Pensar en todo aquello le producía nauseas.

Para él, volver a casa era igual que cavar un hoyo en el cementerio.

De tal forma caminó calle abajo hasta llegar al Parque Central. Se sentó en uno de los bancos de la entrada, abrió la tableta de chocolate y se comió solo la parte de chocolate negro. La mitad de chocolate blanco la guardó en uno de los bolsillos de su chaqueta. Encendió otro cigarrillo y continuó sin rumbo calle abajo dirección a la Gran Avenida.
Fue allí donde vió un autobús lleno de gente de otra ciudad o de otro país, que circulaba lentamente acaparando todo el ancho de la calle y se preguntó que pasaría si subiera al primer autobús que encontrara por muy lejano que fuera su destino.
Era una locura pensar aquello a pesar de que la misma pregunta ya le había rondado la cabeza otras veces. Incluso de niño. Ya siendo un chaval lo intentó, pero abandonó la hazaña porque no tuvo ni el dinero, ni la valentía suficiente. Pero ahora era un adulto y la situación había cambiado mucho. Con los ahorros del Banco podía tirar unos meses sin preocupaciones y lo mejor de todo, o peor, era que nadie iba a preocuparse por su ausencia.
Además, los viajes en autobús siempre le habían parecido espléndidos. Rodar de noche por carreteras secundarias y ciudades vacías viendo pasar las luces de neón de los burdeles y las áreas de servicio tenia un encanto especial. Y aún más si podía compaginar la lectura de un buen libro con los ronquidos del compañero de viaje que le tocara a su lado.
No supo explicarse el porqué, pero sintió la tremenda necesidad de tomar una decision al respecto. Las piernas le temblaron y un "ahora o nunca" pudo oirse desde lo más profundo de su ser. Paseó las manos por la frente empapada de sudor y recordó la primera frase de "El jugador": "Vuelvo, por fin, tras una ausencia de dos semanas". Si, eso sonaba bien. Dos semanas. Pensó que no estaría mal desaparecer ese tiempo. Un tiempo razonable y suficiente para cometer una locura de tal calibre.
- ¡Hazlo! - se gritó en voz alta. Y eso hizo. Caminó en dirección a la estación de autobuses durante cuarenta minutos a través de la noche obstinado con la única idea de subir al primer autobús que partiera. Todo aquello parecía un disparate, pero también parecía una salida. "Podría hacerme pasar por un escritor que viaja buscando tranquilidad para terminar su novela", pensó. "O también podría hacerme pasar por un detective privado, taciturno y borracho, que viaja para cubrir un importante caso de asesinato", pensó tiempo después. - O todavía mejor - dijo esta vez ya en voz alta - podría hacerme pasar por un tipo normal que viaja a una ciudad desconocida en busca de su amor.
Si, aquella idea le gustó. Viajaría a donde le llevara el destino y allí encontraría a la mujer de sus sueños. Apretó fuertemente las manos de forma que dibujo dos puños redondos como pelotas de béisbol y aligeró el paso hacia la estación.

Al llegar se detuvo a fumar el que pensaba que sería el último cigarrillo antes de partir. Luego le esperaba Cáceres, Irún, Segovia, Jaca, Marbella o cualquier otro lugar.
En las escaleras de la estación había vagabundos tumbados, chicos rumanos que se lo hacían de chaperos y dos agentes de la Policía Nacional que se reían con un tipo que les explicaba algo tartamudeando de forma anormal.
Apagó el cigarrillo y subió las escaleras con paso firme hasta llegar a la puerta de entrada y empujó. La puerta permaneció cerrada. Empujó de nuevo, esta vez con más fuerza, pero fue inútil. Uno de los Policías se acercó a él y le miró de arriba a abajo con unos ojos inyectados en sangre antes de escupir con voz ronca y chulesca:
- ¿Qué busca... no ve que la estación está cerrada? Abre a las seis. Ahora solo tiene servicio de llegada de autobuses. Hasta las seis no sale ninguno. - En aquél momento le entraron ganas de derrumbarse. Masculló entre dientes un "gracias" al agente y comenzó a bajar las escaleras de la estación sintiendo la mirada implacable del policía en su espalda. Le dolió ver como se le rompían los planes. Las palabras del agente le sentaron como un jarro de agua fría en una mañana fría de invierno. Miró el reloj, que marcaba las tres y veinte y claudicó al pensar en esperar tres horas.
-Era ahora o nunca - se dijo consternado - era ahora o nunca.

De vuelta caminó por las mismas calles de antes, aún húmedas por la lluvia caída de la tarde, fumando y mirando letreros apagados, bares cerrados y Taxis inquietos que recorrían la ciudad. Encontró en uno de los bolsillos de la chaqueta media tableta de chocolate blanco y dio un bocado. El resto lo tiró a la basura.
- ¿A quien coño le gusta el chocolate blanco?- pensó.
En la Gran Avenida se cruzó con un autobús repleto de gente de otra ciudad o de otro país y les maldijo en voz alta. Solo la luna de metal que brillaba en el cielo pudo oír tales improperios.
Quiso volver a casa pero no pudo. Prefirió quedarse sentado en uno de los bancos de la Gran Avenida. Allí fumó viendo pasar coches, barrenderos y autobuses a lo largo de toda la noche.
Cada coche, taxi o autobús que veía le hacía caer en la cuenta de
lo pequeñas que eran las cosas que había logrado en la vida al lado de las que había perdido.
A las seis de la mañana se tumbó en el banco y se quedó dormido.

Nadie más le prestó atención aquella noche. Solamente yo,
que te lo he contado.

jueves, 26 de mayo de 2011

Hablando un ratito de política

Se sentó a mi lado y me besó la mejilla.
Yo estaba ojeando una guía sobre los cincuenta mejores Bares de España especializados en cocinar caracoles. Aparté un instante los ojos de la guía y le devolví un suave beso en la comisura del labio inferior.
En la televisión hablaban sobre la manifestación por una "Democracia real" en Madrid, con imágenes de una Puerta del Sol abarrotada de gente. Ella al verlo comenzó a soltar.
- El sistema hay que cambiarlo. El sistema político del país hay que cambiarlo porque está podrido ¿verdad? - es cierto cariño, dije dando una larga calada al cigarro.
- Esto no tiene sentido... - dijo con resignación - esto de que un político cobre tanto dinero y tantas primas y que a nosotros nos reduzcan los salarios por la crisis... ¡no es justo!... esos chavales de la Puerta del Sol - y me quitó de la boca el cigarrillo para encender el suyo - están ahí luchando por un cambio social. ¡Un cambio que es necesario!... nosotros también luchamos en su día por una Democracia... ¡vaya si luchamos!... ¿recuerdas como corríamos huyendo de los grises, cariño?
- Si que lo recuerdo.
- Pero esto es otra cosa, es distinto, son otros tiempos. Lo que hay es un sistema muy implantado que se llama Capitalismo - y dio un golpe en la mesa. - La culpa es que vivimos en un sistema capitalista y todos esos muchachos que están ahí acampados con la esperanza de cambiar el mundo pronto se darán cuenta de que todo esto es una mierda y de que ya no existen ni izquierdas ni derechas, bueno mejor dicho, ya solo existe la derecha. Igual da que esté el Psoe, el PP, los Comunistas o el coño de la Bernarda en el gobierno... todos los partidos de izquierdas y todos los políticos de izquierdas se venden al capital ¿verdad?
-Ajam - asentí con la cabeza sin levantar la vista de la guía de Bares.
- Visto lo visto es como decía Arturo, que si algún día tenían que follarle el culo
que se lo hiciera un marica, que por lo menos experiencia ya tendría. Pues lo mismo sucede en politica. ¿Para que votar a la izquierda si te está jodiendo igual que la derecha? Si a los trabajadores nos tienen que joder que lo haga la derecha que ya les sobra experiencia ¿verdad cariño?

- ¿Que me decías sobre follarte el culo, amor?

jueves, 5 de mayo de 2011

Confesión a mis vecinos

De pequeño yo era el que robaba
todas las revistas Playboy
de la única papelería del pueblo.

Ya está. Ya lo he dicho.

martes, 3 de mayo de 2011

Una simple excusa

En el espejo hay un fragmento de silencio
que es el eco de la voz
de un psicoterapeuta que grita
"No todo va a ser follar".

En el espejo se esconde
el gentlman y el suicida
un perro famélico que aulla
mientras la vida se oxida.

El espejo es una ciudad vacía
este poema en singular
una realidad desubicada
de la misma batalla, de la misma derrota
de todos los días.
La inspiración ayuda
¿pero que es la inspiración?
puede ser
volver a pensar en ella
o violar un verso
o delatar a mi corazón y escribir:

"un poeta siempre tiene las manos frías".

No... mejor dicho
creo que la inspiración es el espejo
y el espejo es el alma
su aliento en mi cuello
y la música de Dylan.
Yo soy el "Tambourine man"
que en el cascabeleo de las mañanas
y listo para vagar
toca canciones por las esquinas.

El espejo es el cobrador del frac
trasegar y olvidar
y seguir trasegando
y descalzo caminar
cualquier senda que no lleve a Roma.

Solo un idiota pierde el tiempo escribiendo poesía
y de viejo se arrepiente, de eso
estoy seguro.
Solo un idiota pierde el tiempo
mirándose en el espejo
sin ver más allá
de lo que hay detrás de su culo.

El espejo es todo eso y algo más.
Entonces pienso, que la sed y el agua
son lo mismo.

miércoles, 23 de marzo de 2011

De aprendizajes

Ojeando en un cuaderno de literatura de mis años de Bachillerato
encontré garabateados en él, dos versos de José Hierro, que dicen:

“Tú lo sabrás un día.
Entonces será demasiado tarde.”

Desde luego
versos muy proclives para un adolescente tan perdido.

martes, 22 de marzo de 2011

Cada uno a su manera

"Mi corazón que tú sabrás donde lo pones... "
R. Iniesta


A la sombra de unas pestañas viejas
el cielo siempre avisa
cuando va a llover.
Ella
vino a mí
y escarbó
en lo más hondo de mi pecho
hasta dar con algo
y lo sacó
y se lo llevó.
¿Qué habrá hecho con él?
no lo sé...

Antes de que
desapareciera
lo único que oí
fue algo tan familiar
como el sonido de la cisterna
del water.

viernes, 18 de marzo de 2011

Palabras robadas

Deambular silbando,
con las manos en los bolsillos,
también entraña una visión del mundo.

Carlos Marzal






martes, 8 de marzo de 2011

Tráfico 7:58 am

Fuera

el ruido de los coches

es una jaula

una trompeta que quiebra la mañana

provocando punzadas en mis oídos

mientras dos viejas

encorvadas

cruzan el paso de peatón

con sus vidas atadas

a los tobillos.

Absorto en mí,

pienso

que el hombre del tiempo

llevaba razón

y

el día ha nacido hoy

plateado

con polvo en el viento

y los niños pisan los charcos

de la calle principal

en dirección al colegio.

Absorto en mí,

pienso

en la condición humana

en el valor de las cosas

en el valor de los sentimientos.

Todo se relaciona.

Todo interactúa

en mi cerebro

hasta confirmar

lo más detestable

que un ser humano puede

confirmar:

el amor es una alcantarilla

donde tiramos los sueños.


Dejando a un lado

el terrorífico tráfico

de un lunes lluvioso

de invierno

solo

vuelvo a ser normal

cuando

el tipo del coche de atrás

toca el claxon

y se caga en mis muertos.


Absorto en mí,

pienso

que

el semáforo

y

la vida

hace tiempo

que

cambiaron de color.


lunes, 14 de febrero de 2011

Palabras robadas

"Yo a mi manera sigo siendo un niño. ¿Qué hombre no lo es?
Niño que va para maduro, o para viejo; y al que la idea no le disgusta en absoluto."


Drieu La Rochelle: De la novela "Una mujer en su ventana"

Cortocircuito

Camino por la calle igual que un grupo de turistas sin guía.
Soy la sombra.
El frio.
Un Forty-niners muy lejos de California.
La rutina me acuna
con su lengua de trapo.
Y un cortocircuito en mi cabeza
me enloquece
mientras la gente
sonrie al pasar
nadie sabe
que estoy a punto
de hacerme inmolar
y explotar a todos
por los aires
por una causa personal e intransferible.
Tranquilo, me digo.
Me relaja saber
que hay traficantes de tristeza
en todas las esquinas.
Compro un gramo.

Hoy abriré solo la boca para bostezar.

Por ejemplo

Somos dos sonrisas enganchadas como anzuelos de carne.
Un libro de poemas.
Somos eso que tu sabes
y que me gusta oirte decir.
Amor.