jueves, 29 de abril de 2010

Concordancias: Las personas del verbo

Una vez
Y por breve tiempo
Hace mucho tiempo
Tú y yo
Fuimos de pronto hasta muy adentro
Nosotros.

«Nosotros dos» podía yo decir
En las horas voraces que fueron nuestras.

Desde hace tiempo
Si hablo de ti
Sólo puedo emplear
La tercera persona: Ella.

El yo empobrecido se hunde
Entre las concordancias de la Nada.

José Emilio Pacheco

martes, 13 de abril de 2010

Hay demasiados alcohólicos. Hay demasiados ingenuos

- Tranquilo Pelayo… dame una fregona que yo lo limpio. Ando pachucho estos días. Ha sido un ataque de tos lo que me ha provocado el vómito. ¿Ves?, ahora tengo en la camisa los macarrones de la cena de anoche y el yogur en los zapatos. Los zapatos los puedo limpiar fácilmente, pero la camisa no. Y precisamente esta camisa. Es mi camisa favorita. La conseguí en Pitlochry, un pequeño pueblo escocés. Fue en un viaje al lago Ness. En mi juventud quise saltar a la fama y aposté por dar caza al monstruo que teóricamente habita en sus aguas. Siempre creí que aquella hazaña me reportaría fama y dinero. ¿Y sabes cómo la conseguí?

- ¿Conseguiste el qué?

- ¡La camisa Pelayo! La camisa... la conseguí en un bar. Estaba muy lleno para aquella hora del día. Me senté en el único taburete vacío. Bueno, no. Había dos taburetes vacíos, uno a cada lado de aquel tipo grande. Había una fila de hombres sentados en un banco de madera y me miraron como si fuese un homosexual o un perro abandonado. Yo les miré con lo que supuse tranquilo desdén. Ocupé uno de los taburetes y mascullé con mi mejor acento: One whisky double . Me zampé el whisky y pedí otro. - Eso es beber —dijo el tipo grande—. En cambio estos maricas, se sientan y están horas con un Whisky. Me gusta cómo se comporta forastero. ¿De dónde es, qué hace? - No hago nada —dije—. Y soy de España. ¿Tiene proyectos por aquí? – me preguntó antes de beber su copa de un solo trago. No, ninguno. Sólo ando por ahí. - ¿Y sería capaz un español errante de batirse en un duelo de whiskys con un escocés aburrido? – preguntó – según lo que haya en juego - contesté. Era el típico escocés pelirrojo. Grande, con ojos azules y vidriosos como una bola de cristal empañada en vaho. Eran vidriosos de una forma natural ¿me entiendes?... y un tipo grande…muy grande… con mucha cabeza y el pelo muy rojo…¿sabes?...comenzamos a beber y a beber y a beber y a beber y a beber copas hasta que uno de los dos cayó al suelo.

- ¿Él?

- No, yo. Cuando desperté el muy cabrón me había quitado todo el dinero y también la camisa que llevaba. Era una camisa negra y ya sabes… el negro es un color que combina muy bien con el rojo. Le debió gustar. Fue una camarera del bar la que me ofreció esta camisa azul. Susy era su nombre. Tenía los ojos tan azules como esta camisa… nunca olvidaré a aquella chica escocesa de pelo rojo. Pero fue la hija del dueño del bar la que más cuidados me dio. Tantos cuidados que lo siguiente que recuerdo es tenerla en mi regazo. Se llamaba Rachel. Tenía una larga cabellera rubia y buenas carnes prietas. En ese momento no sabía que también tenía mucho dinero. Así que me quedé un tiempo a vivir en Pitlochry. La chica me mantenía. Yo me levantaba hacia las once de la mañana, me tomaba una taza de café y tostadas, flirteaba con la joven es posa de un panadero que vivía en la parte de atrás, hacía amistad con una bailarina que vivía enfrente y cosas así. Rachel tenía una casita en el pueblo y allí jodíamos y comíamos. Me engordaba y me consumía al mismo tiempo. Nunca tenía suficiente. Pronto descubrí que era ninfómana. Y no tardé mucho en arrastrarme tambaleante por aquel pueblo mientras todos me miraban. Conocían su comportamiento sexual. Me tenía rendido. Lleno de bocados y moratones. No podía soportarlo. Pero su padre estaba contento conmigo. Por primera vez desde hacía mucho tiempo no tenía que oír con cuantos vecinos andaba jodiendo su hijita. Así que el hombre me mimaba. En el bar nunca me faltaba de nada. Tenía todo el whisky que quería. Tenía toda la comida que quería. Todo el tabaco que quería. Pero me estaba cansando de Rachel. Y empecé a fijarme en Susy, la camarera del bar. Tenía el mejor culo del pueblo. Y de cara estaba bastante bien. Lo que no entendía era porque aquella chica no tenía novio. Se lo pregunté un par de veces y ella siempre agachaba la cabeza y se marchaba sin decir nada. Un día me contaron su historia. Por lo visto siendo ella adolescente, se le quedó un pepino atascado en el coño y tuvo que ir al doctor para que se lo sacara, y, como en todos los pequeños pueblos, en seguida se corrió la voz. Así que la pobre chica fue marginada. Y yo me empecé a obsesionar con ella. La imaginaba, desnuda en su cama, marginada y cachonda con la única compañía de un pepino. Comencé a pasar cada vez más tiempo en el bar. Hablaba demasiado con ella y ella hablaba demasiado conmigo. Ella lo necesitaba. Necesitaba que un hombre la tratase como una mujer y no como una marginada. Además tenía el mejor culo del pueblo. Así que su padre empezó a mosquearse conmigo. Veía mi actitud con Susy y no le gustaba. Pero yo no quería a su maldita hija. Su hija lo que necesitaba era precisamente un pepino.

Me empecé a cansar y lo notaba en la cama. No rendía lo suficiente para Rachel y ella se comenzó a cansar de mí. Una mañana me despertó llorando: -¡Oh, Pepe , te quiero y estoy tan apenada, tan apenada! Pero quiero que te vayas… no podemos seguir así. – Y era cierto, yo desde luego no podía seguir así. Me ayudó a doblar cuidadosamente mis pantalones en la maleta, mis calzoncillos y mi cuchilla de afeitar. Cuando estuve listo para irme, empezó a llorar de nuevo. Le di un pequeño mordisco en la oreja derecha, y me despedí. Cuando salí a la calle comencé a caminar en círculos por aquel jodido pueblo escocés. Me senté en un banco y me lié un cigarrillo. Ahora solo quería que el reloj llegara a las once de la noche. ¿Sabes porque Pelayo?

- ¿Por qué?

- Porque a esa hora, Susy salía de trabajar del bar. La esperé en la calle hasta las once y pico cuando ella apareció. Subía la calle donde yo la esperaba haciendo bailar su trasero al compás de sus pasos. Pasé la noche con Susy. Fue quizás la mejor noche que he pasado en toda mi vida. Aquella mujer tenía tantas ganas de probar el cuerpo de un hombre que nos llevamos toda la noche jodiendo… ¡oh Susy!... que mujer… te dije que tenía el mejor culo del pueblo?.

- Si, me lo dijiste.

- Pues me equivoqué, tenía el mejor culo de toda Escocia. Tuve que pasar todo el día siguiente en la cama. Cuando desperté eran las siete de la tarde. Aproveché que Susy estaba trabajando en el bar para vestirme y desaparecer de aquel pueblo. Esta camisa es lo único que me traje de Escocia.

- ¿Y encontraste al monstruo?

- ¿Qué monstruo?

- ¿No decías que ibas a dar caza al monstruo del lago Ness?

- Si…pero esa historia te la cuento luego. Cóbrate la copa que voy a casa a cambiarme de camisa. Son casi las ocho de la mañana. Esta es la primera copa que cae hoy en el pecho. Aún quedan historias por contar. Aún queda un largo día. ¡Ahora vuelvo! – gritó al abandonar el bar.

- ¿Oiga… es cierto todo lo que acaba de contar ese tipo? – me preguntó un hombre vestido con un mono azul que se encontraba al final de la barra.

Y yo solo pude echarme a reír al oír tanta ingenuidad y responder con educación simplemente como estaba previsto.

- ¿Lo duda?