Este poema iba a ser una despedida.
Un adios.
Nunca un hasta luego.
Con este poema pensaba hacer cicatrizar
muchas de nuestras heridas.
Quemar las naves.
Cortar al monstruo por la cabeza.
Este poema iba a decir demasiadas cosas.
Todo lo que he pensado
desde el momento en el que cerró la puerta
y juró no volver.
Pero ha vuelto.
Y se ha transformado,
quizás sin quererlo, en unos de los poema más sinceros.
Si.
Hasta que volvamos a engañarnos
antes del próximo adios.