El local me encanta. Es pequeñito, muy acogedor,
con un ventilador de madera en el techo, una barra alicatada de azul,
tres mesas, varias sillas y un ventanal enorme con vistas a la calle.
Un aroma agradable, mezcla de café y Coñac, se respira en el ambiente.
Las paredes están decoradas con fotografias tomadas por Ramón, dueño del bar,
en el valle del jerte y la sierra de Grazalema.
Es un buen tipo.
Ni muy alto, ni muy bajo.
Ni muy gordo, ni muy delgado.
Ni muy tonto, ni muy listo.
Lo necesario para mantener una conversación de rigor y
después comprender que necesitas tu tiempo para beber tranquilo.
Los seres humanos somos animales de costumbres, y yo, me
he acostumbrado a este sitio.
Es como una embajada fuera de mi pais.
Una extensión de mi hogar en la calle.
Solo tiene un fallo.
Tengo que tomar café todas las mañanas leyendo el jodido ABC.