martes, 22 de julio de 2008

Un lapsus

Cuentan que el célebre historiador alemán Theodor Mommsen
era un tipo muy despistado.
En cierta ocasión, durante el trayecto en tren hacía una ciudad
cuyo nombre no recuerdo,
se encontraba plácidamente tumbado en el asiento de su camarote
ensimismado por la lectura de un libro,
cuando una niña de unos 11 años de edad, muy linda,
con largos tirabuzones rubios y unos brillantes ojos azules,
interrumpió su lectura para darle un pañuelo que al bueno de
Mommsen se le había caido al suelo.
- ¡Oh gracias querida!, que amable...¿cual es tu nombre?
- Anita Mommsen, papa.

8:02 p.m

La miro tumbado desde la cama.
Tiene el pelo suelto, y es solo un camisón transparente lo que cubre su cuerpo.
El mismo cuerpo que tantas noches me ha acompañado.
El mismo cuerpo que tantas noches se ha hospedado dentro de mi carne,
dentro de mis sueños.
Recuerdo como llegó a mi vida escondida bajo el viento,
libre,
liviana compañera,
inventándonos una vida juntos entre la novedad y la rutina.
La miro tumbado desde la cama.
Comienza a regar las flores que resisten a este frio invierno en el balcón,
mientras el reloj marca las 8:02 p.m
y una niebla flotadora se esparce por las calles del pueblo.

El loco

"El loco hierra pero no miente, y además tiene la peligrosa manía de decir la verdad"

Consejos

Escribid un libro sobre vuestras vidas.
Tatuaros amor y odio en los nudillos.
Bebed Whisky mientras el cura de misa.
Comed con las manos o sobre un mendrugo de pan.
Rayad vuestros nombres en el torso de un árbol.
Preguntaros a donde va la vida cuando nos detenemos.
Follad sobre la cama más ruidosa que tengais.
Pero nunca os enamoreis.

Viajad al Nepal.
Raparos la cabeza hasta poder ver vuestras
ideas reflejadas en un espejo.
Dejaos que la barba os llegue hasta los huevos.
Llamad hermanos a todos los vagabundos,
os lo agradeceran, amen.

Leed, leed, leed y escribid.
Fumad cigarrillos mirando la luna llena mientras
las flores florecen en la noche.
Sentiros como el personaje de una obra de O'neill.
Aprended a tocar el saxo.
Llamad señoritas a todas las putas.
Llamad putas a todas las señoritas,
pero nunca os enamoreis,
aunque esto ya os lo he dicho.

lunes, 14 de julio de 2008

Sálvame

Sálvame me pedían sus ojitos negros.
Me entristece saber que ya no podrá bailar con el viento moviendo esas débiles
alas, ni cantar a la mañana desde una rama de olivo.
Notaba como su pequeño corazoncito se apagaba.
Pobre pájaro, rendido y derrotado como muchos seres humanos
moría lentamente abandonado en la esquina de la plaza mayor.
Lo más que pude hacer fue llevarlo a casa y hospitalizarlo en una caja de
cartón entre pañuelos de color cielo.
Aquella misma noche murió, aunque al menos sintió el calor de mi mano
entre su pelaje. De alguna forma estuvo tranquilo.
Debe ser agradable saber que alguien está llorando por tí.

Mientras veo pasar nubes blancas

Son las cinco de la tarde y
estoy fumando un cigarrillo con
la ventana cerrada viendo pasar
nubes blancas al otro lado del cristal.
Pienso en ti.
Aquella noche tenías los ojos tan sexys como Betty Boop y
una pequeña herida en la pierna izquierda.
Disfruté paseando mi lengua por la cordillera de tu cuerpo.
¿Donde van dos corazones locos?
A una habitación donde poder bailar una noche entera.
Me decías que te morías por dormir un rato después de un polvo suave.
Por la mañana dejamos aquel motel como dos fugitivos y
me dijiste adiós con cara trasnochada
dándome un beso en la mejilla,
después de inventar sueños, hablar de Cawboys, de Darwin,
de la adicción a las drogas... de gastar cuatro condones y
yo no parar de llamarte nena.
Ahora vuelves en autobús hacía tu ciudad,
mientras yo veo pasar nubes blancas en el cielo de Gerena.

Se equivocaban conmigo

¿Que se siente cuando uno se aleja
de la gente que ama,
y esta retrocede en el llano hasta
que se convierten en minúsculas
figuras que se desvanecen?

Yo siento una tristeza
que recorre todo mi cuerpo desde
los pies hasta la cabeza,
para acabar inundándome el alma
de lagrimas
que sirven para demostrarme
que aún sigo siendo persona.

miércoles, 9 de julio de 2008

Cruzó el perro la calle

Cruzó el perro la calle.

Era el perrillo aquel de las migajas,

El que espera debajo de la mesa,

El que no tiene nombre

Y al que si se extravía

no lo reclama nadie.

Y era el único ser

en tarde de domingo.

Allá enfrente la ausencia

De ese árbol que daba su verdor

En un sitio imposible.

Y el perro por la acera

Seguro y solitario.

¿A dónde iría hoy

en esta hora muerta

sin coches ni autobuses,

con un pasito breve,

voluntarioso, firme?

Una mano invisible

Le alisa la pelambre.


Ernestina de Champourcin

Mi corazón no es corazón


Estas noches encerrado en casa

rodeado de discos antiguos y películas de Bogart,

no hago más que pensar en ti,

mientras los gatos se adueñan de los cubos de basura del callejón trasero.

Hay veces en que espero una llamada.

Hay veces en que temo una llamada.

No es fácil ser un tipo duro en estos tiempos que corren,

creo que es más fácil ser un tipo solitario.

Y es eso lo que le hago entender a este corazón que late en mi pecho,

aunque dejó de hacerlo al compás de la vida hace tiempo,

y que resiste triste, solitario y esbirro con tu compañía.

Lo afirmo mientras acabo con la virginidad de esta página en blanco,

sentado delante de la ventana,

a la sombra de tu olvido.

El bueno de Antonio me lo hizo entender;

“poned atención;

un corazón solitario

no es corazón”.

miércoles, 2 de julio de 2008

Para el viejo truhán

A Alfonso Ramos.





Que cabrones eran los chicos contigo,

ahora me doy cuenta, ahora caigo.

Tu simplemente vivías,

vivías a tu manera.

Pero fuistes a los ojos de todos un perdedor.

Aunque para mi tenías estilo.

No todo el mundo sabe ser alcohólico.

No todo el mundo sabe estar borracho un dia entero,

y el siguiente.

Tu caminabas por las calles del centro con tus libros

de Baroja, Dumas, Dostoievski o incluso con un atlas mundial.

Recuerdo verte sentado en los bancos de la plaza del museo leyendo.

Cuando los chicos veníamos de jugar al futbol

tu nos preguntabas si sabíamos cual era el lago más grande del mundo.

- ¡el Titikaka!- gritabas.

Y tu nos veías reirnos desde aquellos ojos vidriosos que escondían unas viejas gafas de rock.

Te quitabas la gorra mostrandonos aquella extraña calva,

saludabas con aires de actor Shakesperiano y

te marchabas recordandote a tí mismo con cariño

"que chavales".

Y los chavales se reian de ti.

Te faltó pegada.

Sabías que la vida golpea duro.

¿Cuantas veces te encontraron borracho en el suelo en mitad de la calle

y te llevaron a casa? A esa casa solitaria donde solo te esperaban algunos cientos de libros,

un colchón podrido, un mundo tetrapléjico y miles de botellas vacías.

Ahora que el combate ha terminado,

se ha certificado lo que de niño sospechaba que ocurriría.

Viejo truhán, te terminé cogiendo cariño.

Una poesia


Anoche escribí una poesia.

Estaba borracho apalancado en la barra de un bar.

Recuerdo que metí mi mano en el bolsillo de la chaqueta y encontré un bolígrafo.

No sabía como había llegado aquél bolígrafo al bolsillo de mi chaqueta pero tampoco sabía

como había llegado yo a aquél local con olor a meado y repleto de individuos sin ninguna clase.

Cogí una servilleta de papel y escribí algo.

Se lo regalé a la camarera que reinaba trás la barra y me lo agradeció soplándome un beso.

Ella se lo enseñó a una rubia que tenía pinta de ser la meretriz del callejón trasero, y esta a otros clientes del bar .

De pronto las ocho o diez personas del local hablaban de mi poesía.

Todos intentaban explicarla desde un punto de vista distinto según su libre interpretación.

La camarera me llenó el vaso y yo le pregunté que si por cada poesía que escribiese

me pondría una copa, ella contestó que dudaba que escribiese una mejor.

Reí.

La gente hablaba, y yo no paraba de apretarme Whiskys.

Un hombre bajito que tenía cogido el culo a una vieja que se dejaba querer por todos

me preguntó si se refería al desamparo que sentimos hoy dia en la sociedad.

Otro tipo alto con pinta de cocainómano al que llamaban "caracortada"

me afirmaba gesticulando y moviendo exageradamente los brazos para ganarse mi atención

que era la demostración de la creatividad del cerebro humano en estados alterados de conciencia.

-¡Lee a Albert Hofmann!, léelo de veras.

-Lo haré amigo, lo haré.

Yo a todos les daba la razón.

Me limitaba a beber y asentar con la cabeza.

Al terminar la copa noté que necesitaba aire, necesitaba caminar tambaleándome,

apoyándome en cada farola, en cada semáforo y en cada buzón de correos hasta llegar a casa.

Esos caminos tortuosos a veces me gustan.

Pedí un cigarrillo para el camino y abandoné aquella servilleta en las manos de cualquier borracho.

Esta mañana me he acordado de ella.

No recuerdo como decía, pero seguro que ninguno de los que anoche la leyeron y

estuvieron discutiendo sobre ella se vuelvan a acordar jamás.