Cuando salgo a la calle —pitillo en los labios, el alma sesgada—
y miro a los niños jugar o me voy por ahí con las nubes,
Junio apunta y el calor lo va todo ensanchando.
Las chicas estrenan escotes mientras el sol viola sus
cuerpos semidesnudos y morenos,
Pero lo mejor es que salpican la alegría que
así tiembla reciente,
como gotas que riegan de vida los rincones oxidados
del alma.
¿No es felicidad lo que se siente al verlas?
pregunto.
Después llegará el gris invierno,
y después,
de nuevo como un taxi puntual,
Y yo seguiré siguiendo,
seguiré siendo,
no sé bien cómo,
espía a la sombra de las sombras,
parte de este gran concierto.