viernes, 12 de junio de 2009

Ciclos

Cuando salgo a la calle —pitillo en los labios, el alma sesgada—
y miro a los niños jugar o me voy por ahí con las nubes,
Junio apunta y el calor lo va todo ensanchando.
Las chicas estrenan escotes mientras el sol viola sus
cuerpos semidesnudos y morenos,
y ríen ni ellas saben por qué.
Pero lo mejor es que salpican la alegría que
así tiembla reciente,
como gotas que riegan de vida los rincones oxidados
del alma.
¿No es felicidad lo que se siente al verlas?
pregunto.
Después llegará el gris invierno,
y después,
de nuevo
como un taxi puntual,
el verano.

Y yo seguiré siguiendo,
seguiré siendo,
no sé bien cómo,
espía a la sombra de las sombras,
parte de este gran concierto.

Buenas adicciones

- A mi me encanta leer. Leo una barbaridad.
Fíjate,
me he leido en dos meses - y comienza a detallar
contando con los dedos- El hombre de la plata, Ángeles y demonios,
El Código Da Vinci y El secreto de los Templarios.
Muy buenos libros, si señor. ¿Tú lees Pelayo?
- A veces leo la fecha de caducidad de las latas de
conserva. Solo una vez leí un libro, amigo mío.
El autor se llamaba Louis Ferdinand Céline, y me encantó.
¿Conoces al autor?
- No. Pero en los últimos dos meses he leido - y comienza a detallar
contando con los dedos - El hombre de la plata, Ángeles y demonios,
El Código Da Vinci y El secreto de los Templarios.
Y son muy buenos libros. No sabes lo interesante que pueden
llegar a ser.
Deberías leer más Pelayo, hay que "culturarze".

Enfermedad de transmisión social

La mujer de azul comienza a sollozar.
Todos la miran.
Balbucea entre quejidos que
llevaba casi veinte años en la misma empresa.
- Y me han echado como a un perro. ¡Como a un perro! -termina gritando.
Todos la miran, la comprenden, pero nadie habla.
Las cabezas tornan al suelo.
Sólo un hombre de mediana edad se acerca a ella
y poniendo la mano sobre su hombro, la consuela:
A pan duro, diente agudo - le dice.
Y ella, como un bebé al que calma una teta,
enciende un cigarrillo y comienza a hablar
sobre lo fresca que ha amanecido la mañana.
Alrededor se ciernen las fachadas, y hay gente en la acera
frente al primer semáforo. Mientras la vida,
enormidad de instante casi angustioso,
sigue esperando.
Es duro.
Parecemos enfermos
infectados por un virus de difícil erradicación.
Venimos aqui, con los bolsillos rotos, a esperar
que una señora con el pelo teñido de rubio,
gafas con montura y uñas pintadas de rojo pasión,
encuentre en el ordenador una solución
a nuestro problema.
Mientras la vida, enormidad de instante casi angustioso,
sigue esperando.

¿Que vacuna hay contra esta pandemia?.
Lo advierto a científicos interesados, quien descubra
el antídoto contra el Paro,
se lleva el Nobel.