jueves, 30 de octubre de 2008

Democracia

Otra maldita tarde
de domingo, una de esas
tardes que algún día escogeré
para colgarme
del último clavo ardiendo
de mi angustia.
En la calle
familias con niños,
padres y madres
sonrosadamente satisfechos
de su recién cumplido
deber electoral;
gente encorvada sobre radios
que escupen datos, porcentajes
en los bancos.
Corderos de camino al matadero
dándole a escoger el arma
al matarife.

Roger Wolfe

Malditos críticos

Acabo de
leer la novela:
"Tokio ya no nos quiere".
La crítica advertía
de una posible
obra de arte
de la
literatura contemporánea.
Uno de
esos libros
que crearán estilo.
Una encuadernación
y
una portada espectacular.
Dentro,
cientos de páginas
escritas que
no dicen nada.
Pero eso si,
una encuadernación
y
una portada espectacular.

Malditos críticos...
¿por que me dejo engañar?

miércoles, 29 de octubre de 2008

En una servilleta de papel

Anoche

me miraste

como nunca lo habías hecho.

Tus ojos,

tan mios

como tuyos,

dejaron de ser

mios.

Juraste por Dios

que te marcharías

si no cambiaba

mi forma de ser.

Y yo con aire chulesco

te abrí la puerta.


Te fuistes diciendo

que me arrepentiría.

Y cerré gritando:

" ¡Yo soy el gran Arturo Bandini

nena, a mi ninguna mujer

puede hacerme daño!".

Y hoy al despertar

te busqué.


Te busqué como el niño perdido

busca a su madre.

Como el girasol

busca al sol.

Como la sangre

busca al corazón.

Pero tu ya no estabas.

Y lo peor de todo es que

yo no soy Arturo Bandini

y

la ausencia de tus ojos

si puede hacerme daño.


Así acabé

en la barra

de este tugurio

para desahuciados,

con los pies

llenos de barro

y

quemando mi esófago

con Whisky barato.

Rodeado de

perros de lluvia

que gustan bailar

al piano de

Tom Waits

mientras lloro

estas letras

en una servilleta de papel.

Aquí es impensable que

te encuentre.

Ya lo sé.


Pero quizás

consiga olvidarte.

lunes, 27 de octubre de 2008

Como animales en celo

Aquello tenía que
acabar.
No lo soportaba más.
Llevaba una semana viviendo
en aquel apartamento
y
estaba hasta los huevos
de escuchar follar
a la
pareja del piso de al lado.
La mujer gemía
de una forma anormal,
con unos gritos
tan escandalosos
como los que
daría una persona cualquiera
al recibir
una paliza.

La primera noche que dormí
en aquel piso
creí
de echo
que aquella mujer
estaba recibiendo una paliza
y
estuve a punto de llamar a la policía.
Fue solo que en el momento de
descolgar el teléfono
la mujer comenzó a gritar improperios
y
perversidades al macho ibérico
que tenia en la cama:
"¡¡más,más...cabrón...
demuestra que eres un hombre!!".
Era realmente desagradable.
Y aquello tenía
que llegar a su fin.

A mi me daba igual
que follaran,
que se dieran latigazos,
que se insultaran
o
que terminasen a ostias.
Si eso era lo que
los ponía cachondos,
vale.
Me daba igual.

Yo lo que quería era dormir.
Y duraban entre dos
y
tres horas todas las noches.
Si.
Entre dos y tres horas
todas las noches.
Así que aquella noche
tenía que ser la última.
Me levanté de la cama.
Me puse unos pantalones
y
salí al descansillo.
Me coloque delante
de la puerta y pegue el oido.
Desde allí no se oía nada.
Carraspeé,
paseé las manos por la cara
como si me la estuviese lavando con agua
y
llamé al timbre.
No abrían.
Así que llamé otra vez.
Esperé con la cabeza agachada
y
no abrían.
Así que volví a llamar.
Estaba dispuesto a
joderles el polvo.
Llamé al timbre nueve veces.
A la décima se abrió la puerta.
-¡¡Que coño pasa con tanto tocar
el timbre!!
Era un tipo tan grande como una Secuoya.
Joder, era enorme.
Tenía unos brazos tan grandes
como los de Bud Spencer
y
los ojos tan encolerizados
como los de un toro
en plena faena.
Solo vestía unos calzoncillos blancos
y
unas babuchas con forma de osito panda.
Supuse que las babuchas eran de su esposa.

Pero lo importante era que había llegado
el momento de dejar las cosas claras.
Había llegado el momento de ajustar cuentas
y decirle
a aquella enorme masa de carne y huesos
forrada de pelos
que hiciera el favor de decirle al animal de su
esposa que hiciera menos ruido
al follar.

Durante unos segundos me quedé
callado delante de aquel tipo,
pensando cual sería la reacción de
aquella bestia humana.
Tras pensarlo, me dispuse a hablar.

-Buenas noches, espero no molestarle,
soy el vecino de al lado
y
quería pedirle por favor si me puede
dejar utilizar su teléfono. He perdido
mi móvil y necesito hacer una llamada.

-¡¡No!!. - y cerró la puerta.

Ostias, vosotros no lo vísteis,
pero tenía los ojos como un toro
en plena faena.
Y es que se encontraba en plena faena
cuando yo lo interrumpí.
Volví a la cama,
me tapé la cabeza con la manta
y
me quedé en medio de la oscuridad
escuchando
a aquellos dos animales en celo.

domingo, 26 de octubre de 2008

Tótem

¿Merezco su presencia?
¿Me sacaré el sombrero?

Bien plantado en la tierra,
las nubes se enmarañan en sus duros cabellos.
Me detengo y escucho.
Sus millares de manos
rasguean en el aire una canción de lluvia:
"El clamor de lo verde".
Torna luego a la calma.
Aunque vive tan alto que ignora mi existencia
no quiero perturbarlo.
¡Quién pudiera decirme si es un dios o es un árbol!

Oliverio Girondo

viernes, 24 de octubre de 2008

Una mala noche

Son las cuatro de la
mañana
y
me acaba de despertar
el teléfono
fijo del salón.
Ha roto
el silencio monótono
de la ciudad
dormida.
Es un ruido espantoso
que se extiende por
todos los rincones
de la casa.
¿Quien será?
Dios santo...
puede
que a mi madre le
haya sucedido algo,
o a mi padre,
o a Encarna,
o a algún compañero
del curro.
Bueno... si es a un
compañero del curro
me la suda.
Descuelgo el teléfono
con pulso tembloroso
y
pregunto quien es.
-¿Está Lola?
-Aquí no vive ninguna Lola.
-Perdón, me he equivocado.
Hijo de puta,
ojalá esa tal Lola te haya
jodido la vida,
como tu me acabas
de joder la noche.

Solo una sombra, pero también un sueño

La veo desde
mi habitación.
Es una sombra viva,
silueta de mujer,
que se deja ver
y
se esconde
moviéndose
entre visillos en
la ventana de enfrente.
Imagino pasar
la noche
cobijado
al calor
del cuerpo de
esa sombra.
No estaría nada mal.

Parece que comienza
a quitarse
la ropa.
Debe estar
preparándose para
ir a dormir.
Y
creo que yo
debería hacer
lo mismo.

jueves, 23 de octubre de 2008

Ojalá todos los momentos fuesen así

Ha salido el sol

en las playas de Punta Umbría

y

sabes que aquí nadie

va a romperte

el corazón.

En el loro del coche

suena el

"Beast of burden"

de los

Rolling Stone,

mientras

tus piernas morenas

arden

en el salpicadero.

“I'll never be your beast of burden

never, never, never,

never, never, never, never be”

Puedo oír tu voz

con la cabeza sacada

por la ventanilla del coche

mientras el viento

acaricia mi cara.

Te doy un beso

en la frente

y

te acompaño cantando

“I'll never be your beast of burden

never, never, never,

never, never, never, never be”.

Piso fuerte el acelerador,

quiero llegar

a la playa

y

bañarnos desnudos

bajo este sol madrugador.

Imagínate

Un paquete de
Winston, tres cafés
y no sé cuantos
folios, para decirte
en un poema
que te quiero.

Imagínate
si me metiese
con tu cuerpo.


Karmelo C. Iribarren

martes, 21 de octubre de 2008

Que bueno es estar enamorado

Y mi corazón
como un avión en llamas.
Le he mandado tres mensajes
a su móvil
en los dos últimos días
y no me ha contestado.
Y mi corazón
como un avión en llamas.

Estaba pensando llamarla,
pero creo que quiere
ponerme a prueba.
Creo que quiere saber
si soy capaz de dormir por las noches
sin el
calor de su aliento en mi cara.
El problema es que también
me sobrevuela la idea
de que haya otro tipo
durmiendo en su cama.
Si es así, se acabó.
Y pensándolo friamente creo
que es lo que sucede.
Si.
Y no me importa.
Incluso pienso que si me abandona
volveré a vivir más tranquilo.
Regentaré de nuevo el Club de los solitarios y
brindaré con los viejos amigos que dejé,
si es que alguno sigue vivo.
Le he dado todo
lo que tenía en mi corazón
durante estos nueve meses
y
ya se ha cansado de mi.
¡Jodido amor!
¡Siempre termina doliendo!.

Suena mi movil y es ella.
Dice que ha perdido su teléfono y que
me quiere,
que echa de menos por las noches
el calor de mi aliento en su cara.
Menos mal...
que bueno es estar enamorado.

jueves, 16 de octubre de 2008

Hace años que bajé del ring

Cuando quieras llorar

aquí estará mi hombro.

Cuando quieras besar

aquí estará mi boca.

Cuando tengas frío

aquí estará mi cuerpo.

Cuando tengas miedo

aquí estarán mis brazos.

Cuando tengas sed

aquí estará mi sangre.

Cuando no tengas

fuerzas,

aquí estarán mis huesos.

Cuando quieras ver amor

aquí estarán mis ojos.

Cuando estés perdida,

yo estaré a tu lado.

Cuando quieras

algo,

lo que sea,

sabes que aquí estaré.

Nada

es

todo,

porque haré lo imposible

por dártelo.

Pero cuando quieras

peleas,

lágrimas,

gritos

y

dolores de cabeza,

no cuentes conmigo nena.

Cuando quieras eso,

ahí tienes la puerta.

El otoño se acerca

El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.

Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.

Y lo perdimos para siempre.


Ángel González

martes, 14 de octubre de 2008

La luna me lo contó

Había terminado con toda la comida de su plato.
Paseó las manos por su abultada barriga
como si se tratase de una embarazada y
abrió la boca para soltar un eructo parecido
al croar de una rana de 110 kilos.
Cogió su pitillera, sacó un cigarrillo y
bendijo a su mujer por aquella maravillosa cena.
Salió al porche, encendió el cigarrillo y
aparecieron sus dos perros labradores,
los cuales comenzaron a ladrarle y a correr alrededor suya,
colgando de cada uno una enorme lengua roja.
Estaban contentos de ver a su amo.

Había sido un buen día y era una buena noche.
Cogió su bastón de paseo y comenzó a caminar bajo
la única luz que proporcionaba una luna que le observaba
desde lo más alto del cielo.
Hacía un año que vivía junto con su esposa en aquella finca
en mitad de la sierra, aislados y alejados del mundanal
ruido de la ciudad y la vida urbana.

Caminaba sobre un suelo tapizado por un enorme
manto de hierba verde, deteniéndose a veces solo
para cerrar los ojos,
dar una calada al cigarro y
respirar el olor de aquel paisaje.
En aquel momento se sintió el hombre más feliz del mundo.
Siguió caminando hasta llegar a la cuadra
de su amado caballo llamado "fandango".
Tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó con el pie izquierdo.
Paseó su mano por todo el pelaje del animal.
Primero acarició la cabeza,
después el ancho y robusto lomo
y acabó trenzando los pelos de la cola entre sus dedos.
De pronto el caballo propinó una coz que dió en su cara,
cayendo al suelo muerto.
Quedó tendido rodeado por un gran charco de sangre,
mientras la luna le seguía observando desde lo alto del cielo y
el silencio de la noche era roto por los ladridos de uno de los perros.

Cuando se le cayó el sombrero

Bogart rodó su última escena cinematográfica
redactando un articulo en una vieja máquina de escribir.
El humo del cigarrillo subía desde sus labios
hasta chocar contra unos ojos medios cerrados,
mientras los dedos bailaban alrededor de las teclas
de la vieja Rémington.
Pero él tenía que haber acabado aquella escena
besando a la chica.
Aquella escena tenía que haber acabado así,
era la última, solo que él no lo sabía.
Debía de haberse quitado el cigarrillo de los labios
y decir: ”más dura será la caída, nena”.
Dejarla caer entre sus brazos
y
besarla con aquel
estilo de galán barriobajero.
Ese hubiera sido
un buen final
para el bueno de Humphrey.

lunes, 13 de octubre de 2008

El túnel

Como si fuese la boca de un gigante,
comienza a tragar
coches,
camiones
y autobuses humeantes.
Poco a poco
voy llegando a la entrada de su cuerpo
y
pierdo de vista
el final de la carretera.
Atravieso veloz y atemorizado
la oscuridad de
su estómago opaco.
Como si fuese el culo de un gigante,
comienza a expulsar
coches,
camiones
y autobuses humeantes.
Entonces surge
el silencio más hermoso
jamás oído
y el sol todavía sigue ahí.

El tunel
hace su trabajo,
nos abre su cuerpo para
dejarnos llegar
a nuestro lugar exacto.

Así funciona el mundo.

viernes, 10 de octubre de 2008

Ladrón de palabras

Esa diferenciación le parece anticuada e hipócrita. Le gusta tanto el rock como Mozart.
Para él la música es una liberación: lo libera de la soledad, del encierro, del polvo de las bibliotecas,
abre en su cuerpo una puerta por la que su alma entra al mundo para hermanarse. Le gusta bailar y
lamenta que Sabina no comparta esta pasión con él.
Están los dos en un restaurante y mientras comen se oye por los altavoces una sonora música rítmica.
Sabina dice:
—Esto es un círculo vicioso. La gente se vuelve sorda porque pone la música cada vez más alto. Y
como se vuelve sorda, no le queda más remedio que ponerla aún más alto.
-¿No te gusta la música? -le pregunta Franz.
-No -dice Sabina. Luego añade-: Puede que si viviera en otra época... —y piensa en el tiempo en que
vivía Johann Sebastian Bach, cuando la música era como una rosa que crecía en una enorme planicie
nevada de silencio.


Milan Kundera.
De su obra: "La insoportable levedad del ser"

martes, 7 de octubre de 2008

La lluvia sobre el mar

Veo caer la lluvia sobre el mar.
Apoyo la sien sobre el cristal de la ventana.
¡Quieto!, no respires.
El vaho difumina la imagen de esta mañana atormentada.
Tu sigues detrás mia, tendida medio desnuda en la cama.
Y te vuelves hacia mi sonriendome.
Ven nena, ven a ver caer la lluvia sobre el mar.
Apoya la sien sobre el cristal de la ventana.
Pero no respires.

El miedo

Un hombre sentado en la acera.
Tiene las piernas abiertas y
la cabeza apoyada en la pared,
con una expresión de temor en la cara
y unos ojos abiertos que no pestañean,
como si estuviese viendo un fantasma.
Solo que es su rostro lo que ve reflejado
en el cristal del escaparate que tiene enfrente.

El mayor miedo que una persona puede sentir
no es cuando nota que la muerte le va a besar los labios,
el mayor miedo que una persona puede sentir
es cuando se asusta de si misma y piensa;

¿este he terminado siendo?

domingo, 5 de octubre de 2008

Ladrón de palabras

"El motivo por el cual es tan maravillosamente difícil escribir libros
sobre Estados Unidos es que Estados Unidos es un océano. Hay
tanto océano de Unidos en Estados Unidos, que no se puede ver el
cielo ni el agua. Sólo el océano.
Bogas a la deriva en una masa interminable de agua durante diez o doce días.
La gente viene y va.
Tu vida está trazada por la compañía como en un mapa y parece muy regular,
muy bien regulada. En realidad te sientes caótico. Tienes la sensación
de estar corriendo con la manada, y la manada está en una estampida.
Ninguno sabe adónde va, pero todos nos mantenemos cerca del prójimo;
así nos sentimos más seguros, más cómodos.
Si de pronto alguno se quedase quieto, no siguiese la manada, se produciría una catástrofe.
Para impedirlo hay una orquesta a bordo. A la primera señal de pánico,
arranca la música.
Luego todos empiezan a girar en torno del vecino
nuevamente y comes esa deliciosa confiture que se llama Compota
Holandesa y que encontrarás en el menú, segundo renglón desde abajo,
entre el pan y manteca. No se cobra nada aparte por el pan y manteca.
Es gratis, como la música. Como el océano, que no te puedes quitar de
la conciencia".

Henry Miller.
De su obra "Nueva York, ida y vuelta"

miércoles, 1 de octubre de 2008

Recuerdos

-Mira pequeño...cuando Ulises volvió de sus periplos
¿sabes quien estuvo allí para recibirlo?
Su perro.
Lord Byron también dijo algo al respecto.
Este animal se quedaría al lado de tu cadaver
hasta morir por inanición...¡eso es amor!.
Siempre vuelve a tu mano para besarla,
aunque sea vieja y sucia como la mía.
¡¡Así que no te vuelva a ver tirarle más piedras!!

Aquel viejo borracho solo tenía aquel flaco perro en la vida.
Aquel flaco perro solo tenía aquel viejo borracho en la vida.
Y yo siete años de edad.

De tus caricias engañosas

¿Qué suspiro me acongoja de la piel para adentro?

Son tus dedos al tocarme,

es el aire que respiras al chocar contra mi pelo.

¡Pero basta!

No quiero más mala representación de teatro putero,

no quiero que calientes la sangre que llevo dentro,

más me bastaría solo para creer tus intenciones,

oír de tus labios “te quiero”.


Sino, vete.

Sabes que en la calle encontrarás a tipos dispuestos

a cargar con el infierno de tus besos.

Yo seguiré aquí sentado hablando con la luna.