martes, 30 de septiembre de 2008

El escroto vacío

- Pelayo traemé un café cortado, con la leche ni muy fría ni muy caliente...digamos que templada...
y dos sobresillos de azúcar. - Ordenó mi jefe.

- ¡¡Que te lo traiga tu puta madre cornudo fascista!! - contesté yo.

Creo que esa fue la causa de que me echaran de mi último trabajo.
De todas formas me daba igual.
Tenía ahorrado lo suficiente como para sobrevivir unos tres o cuatro meses sin trabajar.
Ahora tendría tiempo para rascarme las pelotas y escribir un poco.
Salí a la calle y respiré hondo.
Toqué mis pelotas y noté que estaban en su sitio.
Entonces me vino a la cabeza escribir un relato sobre
un tipo que amanece una mañana con el escroto vacío.

Miré las nubes y el sol.
Miré a una niña que comía un helado.
Miré mis manos y las imaginé escribiendo.
Tenía mis pelotas
tenía mis manos
y tenía una idéa.
La vida me seguía dando oportunidades.
Tiré la colilla,
comencé a tararear "House of the Rising sun" y
salí corriendo detrás de un perro que perseguía un gato.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Tarde o temprano


Habías tomado demasiadas copas y te creías

el rey del salón en aquella gala benéfica, rodeado de escritores, músicos y artistas.

Te acercaste a un famoso poeta que acudía acompañado de

una joven muy atractiva y te atreviste a retarle a un combate.

Querías comprobar quien de los dos era más duro.

Querías que la chica comprobara quien de los dos era más duro.

Pero la chica besó al poeta en los labios y

se lo llevó agarrado del brazo.

Y tu te quedaste de pie con una copa de vino en la mano en medio de aquel salón,

abochornado y solo.


Entonces vistes a la chica que amenizaba la cena tocando el piano.

Te pareció que era la chica más guapa que jamás habías visto, y

probablemente fuese la chica más guapa que jamás habías visto.

Desde entonces te dedicaste solo a beber y a observar a la chica del piano.

Cuando terminó, corriste hacia ella para conocerla, pero

no te atendió y entró en su camerino.

La esperaste en la calle con una fuerte lluvia hasta que salió.

Ahora vestía un traje rojo y una melena rubia caía por su espalda

como una catarata de agua dorada.

Tu la esperabas ansioso con la única intención de besar su mano y

robar su fragancia, mientras la lluvia calaba tu smoking alquilado y

destrozaba tus zapatos de domingo.

Cuando salió corriste a su encuentro y

la agarraste de la mano y

le dijiste "te quiero" mirándola a los ojos.

Entonces su acompañante se interpuso entre los dos y

empujó tu cuerpo lejos de ella.

Y tu te atreviste a retarle a un combate.

Querías comprobar quien de los dos era más duro.

Querías que la chica comprobara quien de los dos era más duro.

Pero aquel chico te dió tu merecido.

Quizás fue porque aquella noche habías releído a Rubén Darío y

estabas enamoradizo.

O quizás fue porque tarde o temprano tenías que comprobar que

nunca fuiste un tipo duro.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Gracias

Lorca era gay,
y John Fante cagó a Bukowski.
El opio enardecía a Poe y
William Blake creía que a él lo salvaría la fe.
Ossian fue más guerrero que poeta,
Milton quedó ciego de tanto buscar el paraiso perdido y
Shakespeare ni siquiera sabemos si existió.
Dante viajó al purgatorio y Nietzsche acabó
tan loco como Freud.
Carver era alcohólico y cuenta que mató a Chejov
brindando con Vodka.
O´neill siempre será O´neill y
los "Panero brothers" unos pijos vividores,
menos tú, Leopoldo, se que sigues llorando en tu celda..

Antonio Machado tenía un corazón demasiado solitario y
el maestro de Quevedo fue un cabrón demasiado afinado.
Cervantes luchó contra todos con una sola mano y
Miller fue un vagabundo que dormía en la suit del "Palace Hotel".
Hemingway se voló la tapa de los sesos y
Baudelaire fue un bohemio desencantado.
A Aejandra Pizarnik la mataron los excesos, y lo siento tanto querida...
y con Anaïs Nin me hubiera gustado hablar un rato,
creo que habríamos acabado follando.

A todos ellos, y a los que olvido que son muchos más,
gracias.
Ayudan a comprender
que todo aún sigue teniendo sentido.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

De la soledad que me dejastes (para mi pequeña)

La vida es larga.
Y cuando eres jóven hay muchas cosas peores que vivir solo.
Hay muchas cosas peores que dormir solo.
Hay muchas cosas peores que llorar solo.
Hay muchas cosas peores que pasar las noches fumando por la ventana.

Siempre hay muchas cosas peores.

Y no importa lamerse las heridas a uno mismo,
dicen que el tiempo cura,
pero solo pasa sin aviso.

Desgraciadamente lleva años darse cuenta de ello.
Yo me he dado cuenta tarde, ahora que las noches son lentas,
de que no hay nada peor que darse cuenta tarde,
de que no hay nada peor que no estar contigo.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Tu perro se murió

Una furgoneta le pasó por encima.
Lo encontraste a un lado del camino
y lo enterraste.
Te sientes mal por ello.
Te sientes mal en lo personal,
pero peor te sientes por tu hija
porque era su mascota,
y ella lo quería mucho.
Acostumbraba a cantarle con voz suave
y lo dejaba dormir en su cama.
Para ti esto fue el motivo de un poema.
Lo llamaste un poema para tu hija,
un poema acerca de un perro que es atropellado por una furgoneta
y de lo que hiciste después,
de cómo lo llevaste al bosque
y lo enterraste en lo profundo, profundo,
y ese poema resultó ser muy bueno
casi te contentas de que el pequeño perro
haya sido atropellado, porque de lo contrario nunca
hubieras escrito ese poema tan bueno.
Entonces te sientas a escribir
un poema acerca de la escritura de un poema
que trata de la muerte de ese perro,
pero mientras escribes
escuchas que una mujer gritar
tu nombre, tu nombre de pila,
ambas sílabas,
y tu corazón se detiene.
Después de un minuto, continuas escribiendo.
Ella vuelve a gritar.
Tú te preguntas cuánto podrá durar esto.
Tu nombre, tu nombre de pila,
ambas sílabas,
y tu corazón se detiene.
Después de un minuto, continuas escribiendo.
Ella vuelve a gritar.
Tú te preguntas cuánto podrá durar esto.

Raymond Carver

martes, 16 de septiembre de 2008

El día que conocí a un genio

Corría por los pasillos de la facultad a toda la velocidad que daban mis pies.
Llegaba tarde a una entrevista con el escritor y premio nacional de literatura, Eugenio Cervera.
En mis años de estudiante, fuí colaborador en el periódico universitario, no porque ya tuviese vocación periodística, sino porque la alumna más guapa de la universidad era la redactora jefa del periódico y también la redactora jefa de mis sueños. Se llamaba Lucía y me volvía loco.
El problema es que la nena no me hizo ni puto caso, así que terminé pasando de ella, y acabé enamorandome de esta profesión que ha entretenido mi sórdida vida durante los últimos cuarenta y cuatro años.
Yo trabajaba para la sección de deportes.
Me encargaba de los resultados de los distintos partidos, entrevistas a deportistas universitarios...en fín, noticias de índole deportiva que a mi poco me interesaban.

El caso es que aunque no estuviese a cargo de la sección cultural del periódico, me había propuesto realizar una entrevista a Eugenio Cervera.
Había leido todos sus libros y poemas. Había pasado horas, dias, meses, años ensimismado con su forma de ver y explicar la vida.
Su estilo escribiendo era demasiado sencillo para ser un escritor galardonado a nivel internacional, pero sus idas y venidas a su propio infierno personal, lo habían convertido en un escritor de culto.
Para mi y para muchos, este tipo era un genio.
Abogado, historiador, periodista y biólogo, había decidido acabar sus dias como doctor emérito en la facultad de biología.

Y por allí corría yo.
Por unos desconocidos pasillos de la facultad de biología buscando ansioso el despacho de esta eminencia, con el rostro empapado en sudor y notando el nacimiento de un callo en mi pie izquierdo debido a la rozadura de unas íncomodas botas de montaña creadas no para correr, sino para ascender a cimas tan altas como el cielo.
Trás diez minutos de busqueda di con él.
Una placa dorada pegada en la puerta anunciaba su nombre.
"Doctor Eugenio Cervera". Saqué un pañuelo azul del bolsillo de la chaqueta y sequé el sudor de mi frente. Miré el reloj. Llegaba con quince minutos de retraso. Llamé a la puerta y una voz ronca gritó "¡¡pase joder!!".
Entré en el despacho y cerré la puerta.
Un tremendo olor a vino flotaba en el ambiente.
Cientos de libros se esparcían por todos los rincones de aquella habitación, desperdigados por el suelo y ocupando estanterias enteras.
Cuerpos vacios de botellas de alcohol envejecían en las mesas como cadáveres en un cementerio, y Eugenio Cervera me miraba sentado desde un sillón, con unos ojos rojos e hinchados, sosteniendo una enorme copa de vino en la mano derecha.
Vestía una camisa verde y unas calzonas playeras de color naranja. Una barba espesa, larga y blanca le tapaba más de media cara y tenía los pies descalzos apoyados en una silla, con unas uñas tan largas como las de cualquier ave carroñera.
Parecía que llevaba horas bebiendo. Su cara delataba cierto estado de embriaguez.

-Buenos dias señor Cervera, es un gran placer conocerle. Soy Javier Amador. Habíamos quedado a las diez. Me he retrasado por culpa del transporte público.

-Yo no he quedado con nadie. - contestó de forma seca.

- Si....tiene que acordarse. La semana pasada hablamos por teléfono. Me dijo que viniese hoy. Tengo interés en escribir un articulo sobre usted para el periódico universitario. Soy un gran admirador suyo, ¿sabe?

-¿Y habíamos quedado a las diez?

- Si.

-Pues son las diez y cuarto. Tiene el cuarto de hora restante hasta llegar a las diez y media para preguntar lo que quiera.

Saqué mi pluma estilográfica y abrí mi cuaderno de notas.

-¿Quieres una copa muchacho? - me preguntó mientras acababa con la suya.
Entonces yo era jóven y no solía beber, y menos aún por las mañanas, y menos vino. Pero estaba tan encandilado por aquel tipo, que me apetecía acompañarle bebiendo.

-Si, gracias.

Se levantó, sacó una copa de un cajón de su mesa y me la dió. En el fondo de la copa había pequeños trozos que parecían restos de polillas y el borde tenía una sustancia amarillenta y endurecida que parecían fideos petrifícados en el cristal. Escanció el vino en mi copa, llenó de nuevo la suya y me hizo brindar a su salud.

- Me encantó su último libro de poemas "Con ansia de revancha".

-¿Si?...pues a mi no. Lo cierto es que nunca me ha gustado nada de lo que he escrito.

-Ese último libro suyo tiene casi diez años. ¿sigue escribiendo?

-¡¡Yo siempre escribo joder!!

-¿Siempre que ust..

-¡¡Escribir ha tenido la culpa!!.- gritó interrumpiendo mi pregunta.- ¡¡Escribir ha tenido la culpa de todo lo que he escrito durante mi vida!!

-No le entiendo señor.

- ¡¡No me llames señor coño, llamame Eugenio!!
Escribir ha sido la ruina de mi vida. Todos los libros que he escrito, todos mis poemas. Lo único que he hecho es contar mi vida, mis problemas matrimoniales, mis vicios,mi forma de beber, mi forma de follar, mi forma de rascarme el culo, mi forma de lavarme los diente, mi forma de soñar con las mujeres, mi forma de discutir con el vecino, mi forma de cagar, mi forma de llorar, mi forma de reir y mi forma de morir cada día. A la gente no le interesa saber que yo también puedo decir "te quiero". Lo único que quieren es leer como confieso el infierno de mi vida, y después me llaman genio.
Lo único que he escrito ha sido sobre mi miseria personal. Y por eso me han santificado. ¿Quieres otra copa?

-No, aún la tengo llena.

- ¡¡Pues dale un trago coño, eso no es café!!. El vino se bebe de un trago.

Bebí de un trago.Se levantó y llenó de nuevo las copas.

- Señor Cervera...¿que consejo le daría usted a los escritores jóvenes?

- Que mientan y no se casen.

- ¿Está usted casado?

- Mi mujer me abandonó hace años. No soportaba que escribiese sobre nuestro matrimonio. Decía que se sentía desnuda ante la gente. Una mañana al despertar ya no estaba. Solo me dejó una herida en el corazón y unas bragas rojas como recuerdo. ¿Quieres verlas?

-Bueno....- se levantó del sillón y sacó del cajón de su mesa unas bragas rojas que me lanzó por los aires.
Las cogí al vuelo y las tuve en mis manos mientras él acababa con el vino de su copa. A pesar de beber en la copa, el vino se derramaba por su barbilla y le bajaba hasta la camisa.

-Huelelas, huelelas chaval. - Me acerqué las bragas a la nariz y las olí. Olían a orín y a soledad.

- Todas las noches hago el amor con ellas ¿sabes?.- Dejé las bragas en la mesa y juré no volverlas a tocar.

- Señor Cervera...

- Llamamé Eugenio ¡¡coño!!.

- Esta bien...Eugenio... ¿que le inspira para crear un poema?

- El dolor.

- ¿Escribe poesía todos los días?

- ¿Sueles tu comer todos los días?

- ¿Ha llegado a amar la vida, o la sigue odiando?

- Nunca he odiado la vida. Esa es una idea errónea. Lo único que ocurre es que soy muy cauto. Si comienzo a amarla, algún día sé que se burlará de mí. ¿Te has bebido la copa?

- No aún..

- ¡¡pues terminala coño que no es café!!

Terminé de nuevo la copa y me la volvió a llenar.
Comenzaba a sentir los efectos del vino en mi cuerpo, y un calor anormal subía desde el estómago hasta mi cabeza.

- ¿Que piensa de los cursos de técnicas literarias que imparten muchos escritores?

- Es una gilipollez. Muchos escritores escriben hasta que un día llegan a ser conocidos, y luego lees que enseñan técnicas literaria en tal universidad. Al principio comienzan como escritores y luego enseñan a los demás a escribir. ¿Como es posible?. ¿Sabes lo que les digo?. ¡Esto! - y levantó su trasero del sillón y sonó un enorme pedo.- Esto para ellos. Escribir es algo que no se sabe como se hace.
Uno se sienta a escribir y puede ocurrir o no. Entonces ¿como puede alguien enseñarte a escribir, como puede alguien enseñarte a mirar dentro de tu corazón, dentro de tus sentimientos?. Cuando me siento delante de mi ordenador, hay veces en las que paso horas mirando las teclas y pienso "esta noche no llegará ningún tren cargado de ideas, amigo".

- ¿Admira a algún escritor?

- A Céline. Es él único que demostró saber escribir. ¿Fumas chaval?

- Si.

- ¡¡Pues dame un cigarrillo coño!!

Le acerqué un cigarrillo y también el mechero.
Después de encender el cigarrillo, se levantó del sillón y comenzó a fumar dando vueltas por la habitación con su copa de vino sostenida en la mano derecha.
La imágen de aquel intelectual descalzo y medio borracho con aquellas calzonas playeras naranjas y aquella camisa verde era penosa.
Yo seguía sentado en mi silla. El vino había empezado a hacerme efecto y comenzaba a sentirme mareado. Parecía que tenía un gato metido en mis entrañas. Me quedé en silencio intentando recomponerme, pero fue inutil. Sin darme cuenta, vomité todo lo que tenía en el estómago justo a sus pies.

- ¡¡Coño chaval, si no sabes beber, no bebas. Me has manchado los pies con tu vómito amariconado!!.- me reprochó.

En ese instante llamaron a la puerta.

- ¡¡Pase joder!!.- gritó Cervera.

Entró en la habitación una mujer de unos cincuenta años. Era alta, rubia y bastante atractiva. Llevaba un maletín de cuero color negro que dejó sobre la mesa. Supuse que se trataba de su secretaria.

-¿Eugenio has vuelto a vomitar?, ¿es que todos los dias vas a hacer lo mismo?

-No he sido yo María, ha sido este chico. Sabes que si vomito lo hago a partir de las doce.

- No sabía que tenías compañía - dijo la mujer mirando a mis enrojecidos ojos.

- Es un alumno que quiere escribir algo sobre mi...pero ya se iba ¿verdad muchacho?

-Bueno...si...supongo que ya me iba.

- ¿Y que estas enseñandole a ser como tú?

-No....dice que es un gran admirador mio, aunque supongo que a partir de hoy dejará de serlo.

Recogí mis pocas cosas, paseé la mano por mi frente y me levanté de mi asiento.
Fue justo al levantarme cuando noté como toda la sangre de mi cuerpo subía veloz hacia la cabeza.
¡Maldito vino!, maldije.

- ¿Como puede usted beber tanto?. - pregunté antes de largarme de allí.

- Porque me aburro facilmente chaval, y ojalá tu algún día no te aburras tanto como yo.
Y no olvides una cosa, hoy has conocido a un genio, pero también has conocido a una persona que odia mirarse en el espejo. No lo olvides.

Abandoné el despacho con un enorme dolor de cabeza sin despedirme de Eugenio Cervera y de aquella rubia atractiva. Los dejé allí a los dos en compañía de mi vómito.
Salí a la calle.
Fuera alguien tocaba la bocina de un coche. Eran unos bocinazos escandalosos y persistentes.

-¡Maldito seas condenado, callate ya!.- aullé.

Crucé la avenida buscando la parada del autobus.
El día comenzaba a ser día, mientras yo deseaba que aquel genio alcohólico llamado Eugenio Cervera ardiera de por vida en su propio infierno.
Cuando bajara del bus sólo tendría que caminar hacía mi casa, subir una escalera para llegar a mi cuarto donde encendería un cigarro y donde a nadie le importaría más nada de mí.
Sí. Un cigarrillo más. Y luego me daría un baño y me iría a dormir.
Así funcionaban las cosas.
O no funcionaban.
Entonces yo era jóven y no solía beber, y menos aún por las mañanas, y menos vino.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

El primer beso

Toni siempre fue un buen chico.

De todos los chavales del barrio él era el único con el que podías contar para un favor.

Vivía justo enfrente de mi casa y fue uno de mis mejores compañeros de juegos y aventuras.

Era alto, el más alto de todos los chicos del barrio.

Creo que con trece o catorce años ya media 1´80 cm.

Pero le fallaba la cara. Ese fue su suplicio.

Era feo, muy feo.

Además tuvo un tremendo problema de acné que le dejó la cara desfigurada para el resto de su vida.

Le llamábamos "el calvo".

Todos en el barrio teníamos un apodo. Yo mismo fuí conocido como "tirachinas" por mi afición a este tipo de armas.

Toni desde los diez u once años había comenzado a perder pelo y cuando tenía trece o catorce se había quedado practicamente calvo.

Esta calvicie agravaba aún más su fealdad, que unida a una enorme timidez, hacían de Toni el punto de mira perfecto de todas las burlas.

Muchos chavales se reían de él, le insultaban y hacían chistes sobre su físico. Y eso a mi me jodía.

Yo le aconsejaba que pusiera sus puños en acción, que las manos no solo estaban para hacerse pajas, sino que tambien podían dar ostias, pero el prefería las pajas y soportar las burlas.

Más de una vez me partieron la cara por él.


Fue a partir de cumplir los quince años cuando todos mis amigos y yo comenzamos a buscar chicas.

Llevabamos años viendo revistas porno heredadas de nuestros hermanos mayores, y estabamos cansados de ver fotografias de mujeres desnudas en páginas pegadas por el semen de no quiero saber cuantos tipos. Nuestros cuerpos jóvenes y rebosantes de hormonas necesitaban el calor de los cuerpos femenínos.

Así, cada uno comenzó a buscarse la vida, y poco a poco toda la pandilla del barrio vivió la experiencia del primer beso.

Algunos como Fran "el espinacas" (le llamabamos así porque comía espinacas todos los dias) alardeaban de que no solo habían besado los primeros labios, sino que habían echado el primer polvo.

Desde entonces, el tema de conversación principal en el barrio fueron las chicas.

Pasabamos horas y horas sentados en circulo, hablando de chicas y contándonos unos a otros nuestras experiencias personales.

Todos menos Toni "el calvo".

Él era el único que no había besado a nadie y nunca se lo reprochamos, entendíamos lo difícil que lo tenía.


Una calurosa noche de verano, Toni vino a buscarme a casa.

Había cogido unos cuantos cigarrillos del paquete de Celtas de su viejo y había sacado un billete de dos mil pesetas de la hucha de su hermano menor.

Todas las noches solíamos ir a un pequeño parque cercano a nuestras casas a fumar, pero aquella noche Toni quería ir a un apeadero abandonado que se encontraba a unos dos Km de nuestro barrio.


- Tengo una asignatura pendiente, "tirachinas" .


Esa fue la explicación que me dió y yo ya sabía cual era aquella asignatura.

Habíamos oido que por la zona del apeadero abandonado trabajaban las prostitutas más guapas de toda la ciudad.

Cuando llegamos comprobamos que era cierto.

Aquel lugar estaba lleno de mujeres.

Gordas, delgadas, altas, bajitas, rubias, morenas, jóvenes, viejas,blancas, negras...

Todas eran bellas bajo aquel cielo veraniego repleto de estrellas.


Comencé a sentirme intimidado por las miradas de todas aquellas señoritas y por las borderías que nos decían al vernos. Nunca he estado acostumbrado a que me digan que me quieren follar.

La estatura de Toni le hacía pasar desapercibido, pero mi cuerpo raquítico de adolescente delataba mi minoría de edad.

En el fondo no dejábamos de ser dos chicos con barrillos en las caras que se habían dejado llevar por el ansia y la curiosidad del deseo carnal.

Pedí a Toni que no tardase mucho, ansiaba salir volando de aquel lugar lo más rápido posible.


- Toma "tirachinas" estos tres cigarros. Puedes fumartelos todos mientras me esperas. Yo me quedaré con uno porque dicen que después de follar apetece fumar.


Con esa intención, Toni desapareció de mi lado y se fue hacía una chica morena tan alta como él que vestía una minifalda roja.

Estaba sola en una esquina, masticando chicle y con los brazos cruzados, hacíendo bailar con la mano derecha un pequeño bolso amarillo.

Hablaron durante algún tiempo hasta que la chica cogió a Toni del brazo y se lo llevó con ella. Lo cierto es que la nena movía el culo al andar con un swing que como diría Sabina, derretía el hielo de las copas.

Juntos desaparecieron en la oscuridad de la noche.


En ese momento me alejé un poco de la zona y me senté en el suelo, apoyando la espalda en una pared.

Solo quería que Toni acabase pronto con su asignatura pendiente para irnos.

Comencé a fumar, bajé la cara y aparqué mi mirada fijamente en el suelo, no quería cruzarla con la de ninguna de aquellas damas. No quería que ninguna volviera a recordarme sus habilidades con la lengua.

Me sentía un blanco fácil.


No había terminado de fumar el segundo cigarrillo cuando apareció Toni.

Volvía con la cara blanca y movía sus enormes pies a una velocidad de vértigo.


-¿Como te ha ido "calvo"?


-¡Vámonos!


Comenzamos a caminar en dirección a casa sin intercambiar palabra, con la única compañía de una luna carente de grandeza.


-¿Bueno "calvo", dime, que tal te fue con la morena? tenía unas piernas descomunales ¿verdad?


-¡¡Me cago en mi pena "tirachinas", era un tio, era un puto tio..!!..


Pobre Toni. Los primeros labios que besó en su vida fueron los de aquel tipo disfrazado de muñeca.

En aquel apeadero podía haber cuarenta prostitutas y fue a dar con el travestí de turno.

Para algunos, el sexo no lo es todo en la vida, pero cuando una cosa así te ocurre, siempre es demasiado tarde,

y no hay nada peor que un demasiado tarde.

Sinceridad


No hay que ser valiente para ponerse delante de un toro.

Ni para lanzarse en paracaidas.

Ni para cubrirle las espaldas a un mafioso amenazado de muerte.

No hay que ser valiente para luchar en una guerra.

Ni para ser taxista en Nueva York.

Ni para que disparen a una manzana colocada en tu cabeza.

No hay que ser valiente para infringir las leyes estatuidas por el hombre.

Ni para trabajar en un circo como domador de leones.

Ni para apostar todo tu dinero al número 7.

No hay que ser valiente para escribir poesia.

La única valentía es demostrada con la sinceridad.


Como dijo Dios encendiendo un cigarrillo y

mirando de reojo hacía todos nosotros,

"creo que he creado mucha locura,

y muy poca valentía".

martes, 2 de septiembre de 2008

Mientras dormíais


Un agobiante calor había convertido mi habitación en un crematorio.

Estaba tumbado en la cama, desnudo y cansado de dar vueltas entre sabanas empapadas de sudor.

Me incorporé, cogí un cigarrillo y saqué la cabeza por la ventana para fumar.

Ví un perro hambriento merodeando en los cubos de basura.

Era un saco de huesos que vagabundeaba perdido.

Me miró a los ojos durante unos segundos, agachó la cabeza y siguió olfateando en busca de algo a lo que hincar el diente.

Que vida más jodida, pensé.

Volví a introducir la cabeza en mi habitación y miré a mi alrededor.

Vi un cenicero lleno de colillas,

una mesa repleta de botellas de alcohol,

un par de botas llenas de barro,

libros leidos,

una guitarra muda,

discos de John Denver junto al radio-cassete,

una cama vacía,

miles de sueños esparcidos por el suelo,

camisas sin planchar...

Que vida más jodida, pensé.

Volví a sacar la cabeza por la ventana y vi que el perro había desaparecido.

¡Mierda! aquel animal debía estar conmigo.

Para Rosalía

Conseguistes que durante muchas noches soñara contigo.

Tú rondarías los cuarenta años y yo correría por los once.

Tu eras la frutera del barrio y yo un niño invisible que lanzaba flores a tu tejado.

Recuerdo que en las calurosas noches de verano

dejabas la puerta del cuarto de baño abierta y

nosotros, niños cachondos, te veíamos excitados desde la azotea de un amigo,

con los pies de puntillas y las barbillas apoyadas en la pared.

Recuerdo como te gustaba que cayera el agua sobre tu cuerpo

durante largo tiempo, mientras yo

grababa en mi mente la forma de tus grandes pechos,

tu blanco y gordo culo y

el triángulo mágico de tu negro vello púbico.

Fuistes el primer cuerpo de mujer que vi desnudo.

Han pasado muchos veranos desde entonces

y todos estuvieron vacíos sin ti.

Rosalía, tu fuistes mi primera musa.