Veinte días brillantes como un racimo de uvas en los que
solo nos bastó un paraguas para bailar bajo la lluvia.
Abrirme el pecho y decirte I want you no ha sido ninguna locura.
Ya sabía que estoy loco por ti.
Veinte días que ya son humo, como veinte cigarrillos fumados de
una cajetilla de Lucky Strike.
Veinte días para alimentar mi memoria hasta la próxima.
Mientras violo las teclas de este añoso ordenador te imagino con la cabeza apoyada
en el cristal del bus viendo la ruta pasar hasta llegar a casa.
Esta vez no nos decimos adiós.
Esta vez volveremos.
Porque nos conformamos con poco,
solo necesitamos tener pegados los labios.