lunes, 29 de noviembre de 2010

Noche de lluvia

La lluvia desde dentro del cristal
la piel descompuesta de los paraguas
el silencio
de las plazas
vacías.
Cae agua
como limosna en un platillo de metal.
Alguien ha hecho de la noche un castillo de naipes
que se prende de los párpados
cayendo
aplastándose
como un insecto
contra el parabrisas de un coche.

Llueve en la luz de las farolas
y más allá de las farolas
la lluvia ya no existe.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Un paisaje de antenas (continuación)

Hacía frio. Mucho frio. Tanto como para poner de punta los pelos del culo de un lobo. Y llegaba tarde a mi cita con Clara. Arranqué el motor del coche y este hizo un primer amago de desvanecimiento. No me falles compañero, le dije. Al segundo intento arrancó. Apreté fuerte el acelerador a lo largo de toda la Nacional sexta. Conduje todo el camino sin encender un cigarrillo, algo insólito en mí. Había quedado en una cafetería del centro y haciendo cuentas, llegaba como mínimo quince minutos tarde. Ni siquiera conecté la radio. Concentré todos mis sentidos en la carretera con la única compañía de los rugidos de mi viejo Ford.
Al llegar a la ciudad pensé en dejar el coche en el primer lugar que encontrase libre. No me importaba caminar un buen trecho hasta el centro. Correría tan veloz como un guepardo en busca de Clara. Pero poco a poco me fui metiendo en sus entrañas hasta llegar a las puertas de la Cafetería. Al pasar, disminuí la velocidad con la intención de ver a Clara a través de la enorme cristalera, sentada en una mesa tal vez, tomando una infusión o un café. La imaginaba radiante y explosiva. Quizás esté entretenida leyendo el periódico, pensé. Pero unas cortinas blancas cubrían los enormes ventanales por dentro no dejando ver el interior del local.
Me puse nervioso. No atisbé aparcamiento ninguno por la zona hasta llegar al final de la calle. Allí encontré una explanada que parecía ser un Parking. Entré y vi a un tipo con una gorra azul que me hacía señales desde la distancia. Encendía y apagaba una barra de luz amarilla que sostenía en su mano derecha levantada, como si de un conquistador intergaláctico se tratase. Al verlo sonreí.
Me indicaba un hueco libre allá, al fondo. Pero había cuarenta aparcamientos libres en la misma entrada del Parking. Vacilé y aparqué en el primer lugar que ví. Entonces el tipo de la gorra corrió hacía mi coche dando pitidos con un silbato y con la barra de luz amarilla agitándola por los aires.
- ¡Te estoy llamando desde allí!... empezamos a aparcar por el fondo.
Tenía una cabeza muy pequeña en proporción a su cuerpo y gafas que aumentaban el tamaño de sus ojos considerablemente.
- Lo siento pero llego tarde a una cita. Lo dejo aquí - mascullé mientras me bajaba del coche.
- Está bien, tome el Ticket. Son dos con cincuenta.
- ¿Ticket? ¿Tengo que pagar?
Joder, no quería perder tiempo en discusiones. Pero odio tener que pagar por aparcar mi coche en la ciudad. Pago mis impuestos de circulación y en ellos creo que entra mi derecho a estacionar el vehículo donde quiera.
En cierta ocasión tuve un problema con uno de esos “gorrillas” que andan por ahí. Llevaba cerca de una hora buscando aparcamiento cuando por fin encontré uno, y de pronto, como si nacido de la nada, apareció este tipo y comenzó a hacerme indicaciones. ¡Izquierda! ¡izquierda! ¡Derecha! ¡derecha! me gritaba como si yo fuera un imbécil que no es capaz de meter su vehículo en un espacio de cuatro metros. El tipo me recriminó después que no le diera dinero. Y me amenazó en cierto modo con la seguridad que podía correr la integridad de mi coche. Entonces me acerqué a él, le pegué un pellizco en los huevos y le dije fríamente mirándole a los ojos “haz con el coche lo que quieras. Tiene veinticinco años y no es mío. Pero como se te ocurra llevarte la medalla de la Virgen de la Encarnación que cuelga del espejo retrovisor, te buscaré por todos los asquerosos rincones de esta maldita ciudad hasta dar contigo”. Le apreté tan fuerte los huevos que perdió durante unos segundos la respiración. Más tarde, cuando volví, la medalla de la Virgen seguía allí colgando.

- Son dos con cincuenta – volvió a repetirme el aparcacoches con ojos de Búho.
- Deacuerdo - dije a la vez que me limpiaba las solapas de mi chaqueta de pequeñas minutas de polvo blanco - vengo a recoger a Clara Gómez. ¿Sabe quién es Clara Gómez?
- No
- Pues es la consejera de "Nuevas infraestructuras sociales" de la Comunidad autónoma.
- ¿Y?
-¿Y sabe quién soy yo?
- No.
- Soy Pelayo Carrasco, concejal de cultura del ayuntamiento de Alcorcón.
- Pues el concejal de cultura del ayuntamiento de Alcorcón en este Parking privado de Madrid ¿sabe lo que es? – me preguntó mientras se ajustaba firmemente la gorra a su pequeña cabeza - un pringao.
- Pues entonces amigo mío, igual que en Alcorcón - sentencié.
Nos echamos a reír y le acerqué un cigarrillo.

- Mire… son solo cinco minutos. Recojo a mi chica y me largo.
- Cinco minutos, ni uno más. Uno más y te pongo el ticket.
- Ok jefe. Por cierto... ¿cree que me queda bien esta chaqueta?
- Le queda fatal. Pero al menos, límpiele mejor las solapas.

Miré el reloj. Llegaba con media hora de retraso. Anduve lo más rápido que pude hasta llegar a la cafetería. Al entrar, el local estaba lleno. Busqué a Clara pero no la encontré. Me senté en un taburete de la barra y pedí un té rojo al camarero. Cuando el camarero me trajo el té, le pregunté si había visto a una chica con buen cuerpo, rubia,de pelo rizado y ojos verdes.
- No señor, pero creo que andamos buscando lo mismo… ¡ojalá la hubiera visto! Jajaja – contestó riéndose.
No era normal. Clara era una de las personas más puntuales que había conocido en mi vida.
Así que decidí llamarla. Saqué el móvil y mientras buscaba su nombre en la agenda del teléfono, una voz de mujer me habló a mi espalda. Al darme la vuelta la vi. Era ella. Acababa de llegar.
-¿Llevas mucho tiempo esperando?
-Bueno… es mi segundo té - mentí.
- Lo siento, pero no sabes cómo está el tráfico y no encontraba aparcamiento por ningún sitio. No he podido llamarte por teléfono porque se me ha agotado la batería y decidí, cansada de dar vueltas por ahí buscando aparcamiento, venir a buscarte. Pero tengo el coche ahí fuera mal aparcado sobre la acera.
-Perfecto. Podemos hacer una cosa. Salimos de esta cafetería y nos vamos a otro sitio. Conozco un lugar que tiene unas bonitas vistas. De esa forma no dejas el coche mal aparcado.
- Bien vámonos. ¿Pero tú has venido en coche Pelayo?
- ¡Por Dios! ¿me consideras un loco? He venido en bus, cariño.

(Quizás continúe).

Dedicado a Latita de almendras.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

La eternidad

Me gustaría recordar cuando fue
la última vez
que me limpiaron el culo.
Porque más temprano que tarde me
lo volverán a limpiar.
El tiempo pasa
inexorable.
Y al final, supongo
que te das cuenta que eres
solo uno más
que ha pasado
por aqui
sin dejar huella
comiendo
follando
durmiendo
cagando
has perdido
la vida.
Pero algunos hicieron
algo.
Mozart
Shakespeare
Lennon
Marylin
muchos
se ganaron el don de la ubicuidad.
Vivirán en todas las mentes
de todos
los rincones de
este jodido planeta por
los siglos de los siglos
amén.

Algo tenemos que hacer señores
si queremos ganarnos la eternidad.

Los dias son gotas de lluvia en el cristal
que resbalan por la vida.
Y nos queda poco tiempo.
Para lograr ser eternos
como el hombre del saco.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Autobiografia Nº3

Mi poesia apesta.
Apesta porque
me gusta asi.
Porque hay gente
que leyendo mierda ajena
encuentra la espiral
de sus pecados.
Mi poesia se basa siempre
en que quizás
este pueda ser el último minuto que me quede de vida
y
escribir sea la única forma
de darle una patada en el culo
a la muerte.

Mi poesia apesta y
tal vez nunca consiga
embaucaros.
Pero a veces
no es basura lo que mal huele
sino
el cuerpo corrompido
de esta carroñera humanidad.

Siempre que escribo un poema
me tiro un pedo.
Aunque solo sea por
ayudar un poco
a la inspiración.

Perro/Perra

Llamamé.
Iré rápido.
Solo hace falta
un grito
una carta
una llamada
un silbido.
Acudiré tan rápido como pueda.
Como un perro
a
olisquearte ese agujero que tienes
entre las piernas.
Dime ladra
y digo
Guau!

Mientras duermes

Te miro durante un buen rato
mientras tu duermes
a mi lado en la cama.
Me viene un poema a la cabeza.
Un poema que podría ser
quizás
un camino circular
de solo dos palabras.
Convulso
radiante
un cuadro de Miró
un bodegón erótico
de vinos exóticos
de uvas pasas.
Seremos lo que nadie puede ser.
Lo que todos desconocen.
Comeremos de nuestro veneno
y lameremos espinas.
Nos chuparemos la sangre
y con las gotas que caigan
pintare' flores para ti.

No hay papel
no hay boligrafo.
Pero si hay corazón.
Y tu cuerpo,
lienzo desnudo entre las sabanas.
Pienso
en escribirlo.

Escribirte "te quiero" a lenguetazos
en la espalda.