viernes, 12 de junio de 2009

Enfermedad de transmisión social

La mujer de azul comienza a sollozar.
Todos la miran.
Balbucea entre quejidos que
llevaba casi veinte años en la misma empresa.
- Y me han echado como a un perro. ¡Como a un perro! -termina gritando.
Todos la miran, la comprenden, pero nadie habla.
Las cabezas tornan al suelo.
Sólo un hombre de mediana edad se acerca a ella
y poniendo la mano sobre su hombro, la consuela:
A pan duro, diente agudo - le dice.
Y ella, como un bebé al que calma una teta,
enciende un cigarrillo y comienza a hablar
sobre lo fresca que ha amanecido la mañana.
Alrededor se ciernen las fachadas, y hay gente en la acera
frente al primer semáforo. Mientras la vida,
enormidad de instante casi angustioso,
sigue esperando.
Es duro.
Parecemos enfermos
infectados por un virus de difícil erradicación.
Venimos aqui, con los bolsillos rotos, a esperar
que una señora con el pelo teñido de rubio,
gafas con montura y uñas pintadas de rojo pasión,
encuentre en el ordenador una solución
a nuestro problema.
Mientras la vida, enormidad de instante casi angustioso,
sigue esperando.

¿Que vacuna hay contra esta pandemia?.
Lo advierto a científicos interesados, quien descubra
el antídoto contra el Paro,
se lleva el Nobel.



3 comentarios:

José Manuel Martínez Limia dijo...

O igual lo mandan a un gulag.

Ah, perdón que eso ya no existe. Ahora son las cárceles secretas de la CIA.

Pelayo dijo...

Cuando eres un cínico,amigo Limia,me encantas.

Un abrazo.

Felipe Marín Álvarez dijo...

Esto habría que publicarlo en papel. Es una pena que se quede en estos chismes que se pueden apagar apretando un botón o que puede caer presos de cientos de virus.
Anda Pelayo, por lo que más quieras, no te olvides de imprimirlo. Me tienes que dar ese gustazo.