jueves, 13 de enero de 2011

Cero mil doscientos treinta y cuatro

Cuando te marchaste te dejaste el mediodía.
Y la ciudad se transformó
en una caja de cerillas.

Yo clavo mis ojos en el suelo
y
espero que los dias se vayan deshaciendo en el reloj.
El tiempo construye un castillo de naipes que
solo tengo que soplar.
Y esperar.
Esperar es tu regreso.

Quiero huir contigo
porque una misma almohada
y una misma caricia
iba a llamarnos otra vez
a despertar
cada dia.
Tú, despeinada y cero mil doscientos treinta y cuatro.
Yo, empalmado y tejiendo poemas a tu espalda.

Aquí te espero.
Y esperar es igual que vivir como un perro
bajo la lluvia.
Un canto de sirenas. Horas lentas como agua.

Nunca olvides que el aire que respiras
es el mismo que uso yo.

1 comentario:

LatitadeAlmendras dijo...

Me encanta el final.

Un beso