viernes, 1 de agosto de 2008

La vida es una carcel con las puertas abiertas

Tuve los puños tan rápidos como la lengua
y un movimiento de pies tan bueno como el
de Fred Astaire.
¡Baila sobre el ring!
¡Baila dobre el ring!
me gritaba el coach desde la esquina,
cuando los ojos quedaban ciegos
impregnados de sudor y sangre.
Siempre lo tuve claro amigo,
soy más fuerte que tu,
soy más guapo que tu,
soy más inteligente que tu,
y además soy negro, hermano,
y poseo el poder que genera el resentimiento
y la tristeza de la vida de millones de esclavos en esta tierra,
que sin ser mia, queríais que defendiese en una guerra de papel.
No. Os equivocais conmigo, soy boxeador pero no un asesino.
Nací llamandome Cassius Clake,
decidí volver a mis raices y llamarme Muhammad Ali,
aunque muchos me conocen como el loco de Louisville.
Comencé a pelear a los quince años y no he parado desde entonces.

2 comentarios:

José Manuel Martínez Limia dijo...

Supongo que Muhammad Ali podría susurrarnos ahora que las verdaderas batallas no son las que se dilucidan en un ring donde, de alguna manera, todo está siempre amañado.

En la vida real no hay normas, ni toallas, ni coachs. Y sólo una campana.

Muy bueno amigo

Pelayo dijo...

Es cierto amigo Limia, la vida solo tiene una campana, por eso hay que dejarlo todo en la batalla de los dias, porque cuando suene,
ya no podremos rectificar nada.

Un saludo