jueves, 7 de octubre de 2010

Gilipollas

Me dí cuenta nada más verle la cara a aquél tipo. Pero hay pocos bares abiertos en Cuenca a las seis de la mañana.
El local estaba completamente vacío. Solos él, y yo. Pedí un café con leche y comenté algo sobre lo frío que amanecía el día. Él ni siquiera me miró a la cara. Se limitó a servir el café y sentarse en un banco que tenía tras la barra. En ese momento ya me entraron ganas de llamarle gilipollas y aconsejarle que se metiera el café por el culo, pero como he dicho antes, hay pocos bares abiertos en Cuenca a las seis de la mañana.
El resto del tiempo que pasé allí, unos quince minutos, no mantuvimos conversación alguna hasta el momento de irme.
- ¿Me cobras el café?
- ¿Ha sido solo el café o algo más?
- No... también me he comido el plato donde me pusiste la tostada, ¡gilipollas!.

Me ocurre como con las mujeres, no soporto quedarme con las ganas.

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