El hombre de la barra del bar
solo bebe.
No habla.
No piensa.
Creo que apenas respira.
Su único interés está
en la copa que sostiene en
la mano derecha.
A veces levanta la cabeza,
mira alrededor con ojos vidriosos
y
pone cara de extrañeza ante
los rostros de los demás clientes.
Atolondrado,
levanta la palma de la mano e
intenta matar una mosca que pasea por el mostrador.
Vuelve a agachar la cabeza
y
emite un enorme suspiro
que suena a llanto.
Supongo que los suspiros,
son los quejidos
del alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario