Era el perrillo aquel de las migajas,
El que espera debajo de la mesa,
El que no tiene nombre
Y al que si se extravía
no lo reclama nadie.
Y era el único ser
en tarde de domingo.
Allá enfrente la ausencia
De ese árbol que daba su verdor
En un sitio imposible.
Y el perro por la acera
Seguro y solitario.
¿A dónde iría hoy
en esta hora muerta
sin coches ni autobuses,
con un pasito breve,
voluntarioso, firme?
Una mano invisible
Le alisa la pelambre.
Ernestina de Champourcin
No hay comentarios:
Publicar un comentario