lunes, 27 de octubre de 2008

Como animales en celo

Aquello tenía que
acabar.
No lo soportaba más.
Llevaba una semana viviendo
en aquel apartamento
y
estaba hasta los huevos
de escuchar follar
a la
pareja del piso de al lado.
La mujer gemía
de una forma anormal,
con unos gritos
tan escandalosos
como los que
daría una persona cualquiera
al recibir
una paliza.

La primera noche que dormí
en aquel piso
creí
de echo
que aquella mujer
estaba recibiendo una paliza
y
estuve a punto de llamar a la policía.
Fue solo que en el momento de
descolgar el teléfono
la mujer comenzó a gritar improperios
y
perversidades al macho ibérico
que tenia en la cama:
"¡¡más,más...cabrón...
demuestra que eres un hombre!!".
Era realmente desagradable.
Y aquello tenía
que llegar a su fin.

A mi me daba igual
que follaran,
que se dieran latigazos,
que se insultaran
o
que terminasen a ostias.
Si eso era lo que
los ponía cachondos,
vale.
Me daba igual.

Yo lo que quería era dormir.
Y duraban entre dos
y
tres horas todas las noches.
Si.
Entre dos y tres horas
todas las noches.
Así que aquella noche
tenía que ser la última.
Me levanté de la cama.
Me puse unos pantalones
y
salí al descansillo.
Me coloque delante
de la puerta y pegue el oido.
Desde allí no se oía nada.
Carraspeé,
paseé las manos por la cara
como si me la estuviese lavando con agua
y
llamé al timbre.
No abrían.
Así que llamé otra vez.
Esperé con la cabeza agachada
y
no abrían.
Así que volví a llamar.
Estaba dispuesto a
joderles el polvo.
Llamé al timbre nueve veces.
A la décima se abrió la puerta.
-¡¡Que coño pasa con tanto tocar
el timbre!!
Era un tipo tan grande como una Secuoya.
Joder, era enorme.
Tenía unos brazos tan grandes
como los de Bud Spencer
y
los ojos tan encolerizados
como los de un toro
en plena faena.
Solo vestía unos calzoncillos blancos
y
unas babuchas con forma de osito panda.
Supuse que las babuchas eran de su esposa.

Pero lo importante era que había llegado
el momento de dejar las cosas claras.
Había llegado el momento de ajustar cuentas
y decirle
a aquella enorme masa de carne y huesos
forrada de pelos
que hiciera el favor de decirle al animal de su
esposa que hiciera menos ruido
al follar.

Durante unos segundos me quedé
callado delante de aquel tipo,
pensando cual sería la reacción de
aquella bestia humana.
Tras pensarlo, me dispuse a hablar.

-Buenas noches, espero no molestarle,
soy el vecino de al lado
y
quería pedirle por favor si me puede
dejar utilizar su teléfono. He perdido
mi móvil y necesito hacer una llamada.

-¡¡No!!. - y cerró la puerta.

Ostias, vosotros no lo vísteis,
pero tenía los ojos como un toro
en plena faena.
Y es que se encontraba en plena faena
cuando yo lo interrumpí.
Volví a la cama,
me tapé la cabeza con la manta
y
me quedé en medio de la oscuridad
escuchando
a aquellos dos animales en celo.

3 comentarios:

Felipe Marín Álvarez dijo...

Bendito mes de octubre con sus 22 artículos.

Y aun quedan días...

-Otro, otro, otro...

Mónica dijo...

Vaya, vecinitos jajaj,cada uno se lo puede montar como quiera eso es cierto, pero hay que mirar por los vecinos, y no inrrumpir en el silencio de la noche. Eso me recuerda a algo que me contaron no hace mucho.

Gracias por comentar tan rapido en mi blog, he tardado es cierto, tengo muchos poemas escritos, pero siempre existe un temor a expresarlos todos, la poesia es algo muy tuyo, y a veces refleja tus sentimientos mas ocultos, y romper esa barrera a todos nos da miedo.

Un beso.

Anónimo dijo...

!!!Bueno, lo de las dos o tres horas a ver quién se lo cree¡¡¡ o quién pudiera ¡¡¡¡