Anoche
me miraste
como nunca lo habías hecho.
Tus ojos,
tan mios
como tuyos,
dejaron de ser
mios.
Juraste por Dios
que te marcharías
si no cambiaba
mi forma de ser.
Y yo con aire chulesco
te abrí la puerta.
Y cerré gritando:
" ¡Yo soy el gran Arturo Bandini
nena, a mi ninguna mujer
puede hacerme daño!".
Y hoy al despertar
te busqué.
Te busqué como el niño perdido
busca a su madre.
Como el girasol
busca al sol.
Como la sangre
busca al corazón.
Pero tu ya no estabas.
Y lo peor de todo es que
yo no soy Arturo Bandini
y
la ausencia de tus ojos
si puede hacerme daño.
Así acabé
en la barra
de este tugurio
para desahuciados,
con los pies
llenos de barro
y
quemando mi esófago
con Whisky barato.
Rodeado de
perros de lluvia
que gustan bailar
al piano de
Tom Waits
mientras lloro
estas letras
en una servilleta de papel.
Aquí es impensable que
te encuentre.
Ya lo sé.
Pero quizás
1 comentario:
Que bueno eres Dashiell.
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