miércoles, 29 de octubre de 2008

En una servilleta de papel

Anoche

me miraste

como nunca lo habías hecho.

Tus ojos,

tan mios

como tuyos,

dejaron de ser

mios.

Juraste por Dios

que te marcharías

si no cambiaba

mi forma de ser.

Y yo con aire chulesco

te abrí la puerta.


Te fuistes diciendo

que me arrepentiría.

Y cerré gritando:

" ¡Yo soy el gran Arturo Bandini

nena, a mi ninguna mujer

puede hacerme daño!".

Y hoy al despertar

te busqué.


Te busqué como el niño perdido

busca a su madre.

Como el girasol

busca al sol.

Como la sangre

busca al corazón.

Pero tu ya no estabas.

Y lo peor de todo es que

yo no soy Arturo Bandini

y

la ausencia de tus ojos

si puede hacerme daño.


Así acabé

en la barra

de este tugurio

para desahuciados,

con los pies

llenos de barro

y

quemando mi esófago

con Whisky barato.

Rodeado de

perros de lluvia

que gustan bailar

al piano de

Tom Waits

mientras lloro

estas letras

en una servilleta de papel.

Aquí es impensable que

te encuentre.

Ya lo sé.


Pero quizás

consiga olvidarte.